Vale la pena luchar por lo que vale la pena tener - 10/11/20019 (#1065)

Episode 67,   Nov 11, 2019, 01:03 AM

José Luis Cinali
10/11/2019
Vale la pena luchar por lo que vale la pena tener
 
“En cuanto a mí, mi vida ya fue derramada como una ofrenda a Dios. Se acerca el tiempo de mi muerte. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera y he permanecido fiel. Y ahora me espera el premio... que el Señor... me dará el día de su regreso...”, 2ª Timoteo 4:6-8 (NTV).
 
Nuestros temas de conversación revelan la pasión de nuestro corazón. Si escuchas a una persona hablar todo el tiempo de fútbol sabrás que esa es su pasión. En cambio, si su interés son los negocios lo verás investigando y leyendo reportes financieros. La conclusión es más que obvia: si nadie habla del cielo es porque a nadie le interesa. El cielo no es algo que motive a las personas. Es lamentable reconocerlo, pero los cristianos de hoy en día no quieren ir al cielo. ¡Esperan no irse de este mundo! La idea de abandonar la tierra les produce tristeza. Queremos quedarnos un ratito más porque queremos todo lo que este mundo pueda darnos. ¡Imagina lo trágico que sería irse de aquí sin haber viajado en un crucero o sin haber visitado El Caribe, Egipto o Miami!
 
¿Por qué nos debería interesar el cielo? Porque todo aquello que tiene valor auténtico para nosotros está allá. Nuestro Padre está en el cielo: “...Padre nuestro que estás en el cielo...”, Mateo 6:9 (NTV). Nuestro Salvador está en el cielo: “Cristo entró al cielo...”, Hebreos 9:24 (NT-BAD). Nuestros héroes espirituales y hermanos en la fe están en el cielo: “... En el cielo... están todos aquellos a quienes Dios trató como a hijos...”, Hebreos 12:22-23 (BLS). Nuestros nombres están escritos en el cielo: “... Alégrense porque sus nombres están escritos en el cielo”, Lucas 10:20 (NTV). Nuestra ciudadanía está en el cielo: “…Somos ciudadanos del cielo...”, Filipenses 3:20 (NVI). Nuestra bendición está en el cielo: “Bendito Dios… que nos ha bendecido con toda bendición... en el cielo…”, Efesios 1:3 (Castillian). Nuestro hogar está en el cielo: “... Tenemos... una casa eterna en el cielo...”, 2ª Corintios 5:1 (NVI). Nuestra herencia está en el cielo: “Tenemos una herencia... que está reservada en el cielo…”, 1ª Pedro 1:4 (NTV). Nuestra recompensa está en el cielo: “… Alégrense… pues… les espera una gran recompensa en el cielo, Lucas 6:23 (NVI). Nuestro Padre, nuestro Salvador, nuestra familia, nuestros nombres, nuestra bendición, nuestro hogar, nuestra herencia y nuestra recompensa están en el cielo. Todo aquello que tiene valor real para un cristiano está en el cielo. Entonces, ¿por qué aspiramos a todo aquello que este mundo nos ofrece? Nada de lo que el mundo ofrece viene del Padre… Y esto es lo que el mundo ofrece: los malos deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos y el orgullo de las riquezas. Pero el mundo se va acabando...”, 1ª Juan 2:16-17 (DHH). Al enfocarnos en aquellas cosas que no vienen de Dios y que no son eternas perdemos nuestro mayor tesoro. Y eso es precisamente lo que el diablo quiere hacer, tal como intentó hacerlo con Jesús: “El diablo… desplegó ante él todos los reinos del mundo en un solo instante… —Te daré todo esto si me adoras”, Lucas 4:5-7 (NTV). ¿Y qué dijo Jesús? Que solo a Dios había que servir, Lucas 4:8. ¡Enfocarse en lo terrenal es el peor negocio de la vida!     
 
Ahora bien, en el fondo no creo que los cristianos no quieran el cielo y su recompensa. ¡Lo que no quieren es esperar! Hogar, herencia, recompensa, tesoro y presencia son bendiciones por las que hay que esperar. Es gratificación, pero retrasada. Y nosotros queremos gratificación instantánea. Lo que queremos lo queremos ahora. Antes la gente ahorraba para comprar lo que necesitaba. Yo hice eso toda mi vida. Antes de comprar nuestra primera moto o nuestro primer auto ahorramos por meses. Ahora las cosas son diferentes. ´Gracias´ a las tarjetas y los créditos inmediatos podemos tener todo lo que queramos y sin esperar. Nos endeudamos, pagamos excesivos intereses y comprometemos nuestra vida espiritual, pero tenemos lo que queremos y lo tenemos ahora. Esa es la razón por la que nadie espera al casamiento para tener intimidad. Lo mismo sucede con las cosas espirituales. No podemos esperar el tiempo de Dios. Entonces, discutimos, nos rebelamos y dividimos ministerios con tal de cumplir nuestro sueño ahora. Con excepción de las deudas, no queremos que nada sea pospuesto para el futuro. Con gusto sacrificamos el futuro en el altar de lo inmediato. Esa es también la razón por la que nuestra mirada está puesta en las cosas de acá abajo y no en las cosas de arriba como Pablo nos llamó a hacer: “…Concéntrense en las cosas celestiales y no en las terrenales”, Colosenses 3:2 (PDT). Cuando estamos enfocados en hacer tesoros aquí en la tierra nos volvemos egoístas. Nos afanamos, perdemos la familia, la salud y ni hablar de la comunión con Dios para tener más y más de lo que este mundo nos ofrece, olvidándonos que todo está pasando. Desgraciadamente esta forma de pensar está apoyada por algunos predicadores que prometen que Jesús los hará ricos, saludables, exitosos, famosos y prósperos, ¡ahora! Estas son cosas que el oído materialista y carnal quiere escuchar. Desconfía cuando lo que se te promete es gratificación instantánea y bendición a cualquier precio.  
 
No puedes tener toda tu atención en la tierra y en el cielo al mismo tiempo. Cuando te inclinas a las cosas de abajo pierdes velocidad en las cosas de arriba y eso podría ser fatal. Dios dijo: “Si dejan de serme fieles, no estaré contento con ellos, Hebreos 10:38 (TLA). Quiero darte dos ejemplos bíblicos que ilustran lo que estamos diciendo. Uno es Pablo y el otro es Demas. El apóstol dijo haber peleado la buena batalla y haber terminado la carrera siendo fiel a Dios, 2ª Timoteo 4:6-8. Y luego agregó: “... Y ahora me espera el premio...”, 2ª Timoteo 4:8 (NTV). Pablo vivió su vida de espalda a este mundo y de cara a la eternidad; Demas, en cambio, hizo todo lo contrario. Comenzó bien su carrera cristiana, pero luego perdió la fe y abandonó el ministerio: “Demas me ha abandonado y se ha ido… pues ama demasiado las cosas de este mundo…”, 2ª Timoteo 4:10 (TLA). Es interesante ver su involución espiritual. La primera vez que Pablo lo menciona dice que era su colaborador: “También los saludan… Demas y Lucas, mis colaboradores, Filemón 1:24 (NTV). En la segunda referencia ya no dice nada: “Les manda saludos Lucas… y también Demas”, Colosenses 4:14 (NTV). Demas el colaborador; luego, simplemente Demas y finalmente Demas el desertor que amaba este mundo, 2ª Timoteo 4:10.  Aquí tenemos el ejemplo de una vida en constante degradación espiritual. Poco a poco, el colaborador llegó a ser el desertor. Imagínalo. Demas ministrando con el gran apóstol Pablo. ¡Qué honor! Sin embargo, uno resistió hasta el final y se llevó el premio. El otro huyó, abandonó y nunca más se escuchó de él. Por lo que sabemos Demas era un joven con un futuro prometedor, no obstante no consiguió llegar hasta el final. ¿Por qué? Porque amó más a este mundo que a Dios. Juan dijo: “No amen este mundo ni las cosas que les ofrece porque, cuando aman al mundo, no tienen el amor del Padre…”, 1ª Juan 2:15 (NTV). ¿Somos nosotros mejores que Demas? ¿Podemos asegurar que no nos pasará lo mismo que a él? Por supuesto que no. Si nos alejamos de Dios el final podría ser el mismo. Si nuestro deleite no es Cristo cualquier cosa que este mundo nos ofrezca robará nuestro corazón. No te des licencias en tu vida espiritual. La oración, la lectura y meditación de las Escrituras, los ayunos y las vigilias son disciplinas espirituales que te ayudarán a progresar en tu relación con Dios.  
 
El premio es para aquellos que permanecen hasta el final: “... El que persevere… el que se mantenga fiel hasta el final, será salvo, Mateo 10:22 (PDT) y Marcos 13:13 (PDT). “Afortunado el que mantiene la fe... porque Dios le dará un premio...”, Santiago 1:12 (PDT). Al que... siga haciendo hasta el final lo que yo pido, le daré poder sobre todas las naciones”, Apocalipsis 2:26 (PDT). “... Sigue tu camino hasta el final... y luego… te levantarás para recibir tu recompensa, Daniel 12:13 (PDT). No importa cuál sea nuestra edad o cuántos años de creyentes tengamos, si Dios no es nuestra pasión será muy difícil llegar hasta el final. No creo que Demas se haya unido al ministerio de Pablo con la intención de abandonar después. Lo que pasó es que, poco a poco, fue descuidando su relación con Dios y se fue deslizando hacia el mundo. ¡No vivamos como si el mundo fuera nuestro tesoro! Solo Cristo lo es. Recuerda lo que dijo el sabio Salomón: “Terminar una obra vale más que comenzarla...”, Eclesiastés 7:8 (BL95).
 
¿Quiénes son las personas más importantes de un país? Quizás digas el presidente, los legisladores o aquellos que dirigen los programas educativos. Esa no es la manera en que Jesús respondería esta pregunta. Existe un grupo de personas en cada ciudad que influyen en otros para la eternidad. Tienen un impacto en la vida que puede salvar a otros de la condenación eterna. ¡Qué enorme privilegio el haber sido llamado por Dios para hacer este trabajo! No lo pierdas de vista nunca. El ministerio de la reconciliación es el trabajo más honroso al que fuimos llamados.