Cómo vencer la preocupación 10/ 03/19 (#1030)
Pastor José Luis Cinalli - 10/03/19
Cómo vencer la preocupación
Si un problema tiene solución ¿para qué preocuparse?
Y si no tiene solución, ¿para qué preocuparse?
“Cierto día, los burros de Cis se extraviaron, y él le dijo a Saúl: “…ve a buscar los burros”. Así que Saúl tomó a un siervo y anduvo por la zona montañosa de Efraín, por la tierra de Salisa… y por toda la tierra de Benjamín, pero no pudieron encontrar los burros por ninguna parte”, 1º Samuel 9:3-4 (NTV).
Cuando los burros de Cis se perdieron se organizó una búsqueda intensiva por casi todo el país. Ahora bien, mientras Saúl buscaba los animales el profeta Samuel le salió al encuentro para ungirlo rey: “Samuel tomó un frasco de aceite… y lo derramó sobre la cabeza de Saúl… entonces el Espíritu de Dios vino poderosamente sobre Saúl y… comenzó a profetizar… cuando Saúl terminó de profetizar, subió al lugar de adoración”, 1º Samuel 10:1-13 (NTV). Advierte este hecho. Después de que Saúl se encontrara con Dios sus prioridades cambiaron. Postergó su misión de perseguir burros para buscar a Dios. No se insinúa que Saúl haya descuidado su trabajo, solamente que Dios empezó a ocupar un lugar muy diferente en su vida. En el momento en que Saúl tuvo una experiencia profunda con Dios se apagaron las preocupaciones por las cosas temporales de este mundo. El ganado ya no era su mayor preocupación sino Dios. ¿No hemos sido llamados a seguir su ejemplo? Jesús dijo: “No se preocupen por la vida diaria…Miren los cuervos. No plantan ni cosechan ni guardan comida en graneros, porque Dios los alimenta. ¡Y ustedes son para él mucho más valiosos que cualquier pájaro! ¿Acaso con todas sus preocupaciones pueden añadir un solo momento a su vida? Y, si por mucho preocuparse no se logra algo tan pequeño como eso, ¿de qué sirve preocuparse por cosas más grandes?... Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás, y él les dará todo lo que necesiten”, Lucas 12:22-31 (NTV). ¿Qué es lo que Jesús enseñó? ¿Qué nos echemos en la cama, crucemos los brazos detrás de la cabeza y esperemos haciendo nada? No. Jesús nunca dijo que fuéramos unos vagos. Lo que sí dijo es que “hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse…”, Lucas 10:42 (NTV). Y esa cosa es nuestra relación con Dios. Excepto por esto, Jesús prohibió la ansiedad y la preocupación.
¿Cómo se hace para romper con el poder de la preocupación? ¡Hay que mirar al cielo! La visión de las cosas celestiales apaga la sed de las cosas terrenales. El valor de los bienes terrenales decae: 1) cuando descubrimos la gran herencia que nos espera en el cielo y, 2) cuando se nos recuerda lo pronto que nos iremos de esta tierra. Solo los que han tenido una visión de la Gloria no temen a la muerte. Simeón no quería vivir ni un solo día más después de haber visto al Mesías, Lucas 2:29-30. Abraham vivía en la tierra prometida como si fuera un extranjero porque su corazón estaba anclado al cielo: “Cuando llegó a la tierra prometida… vivió en tiendas de campaña. Y lo mismo hicieron Isaac y Jacob… ¿Por qué lo hicieron? Porque esperaban confiadamente que Dios los llevaría a la ciudad celestial…”, Hebreos 11:8-10 (NT-BAD). Si Dios no le hubiera hablado acerca del paraíso probablemente Canaán hubiera sido del agrado de Abraham, pero una vez que supo lo que le esperaba en el cielo la tierra prometida le parecía un desierto. Pablo dijo: “Nuestra patria está en el cielo…”, Filipenses 3:20 (NT-BAD). Y el escritor a los hebreos remarcó: “El hogar nuestro no está en este mundo perecedero, sino en el cielo…”, Hebreos 13:14 (NT-BAD).
Ahora bien, no es fácil desatar nuestro corazón de las cosas terrenales. Observa al gobernador Félix: “Llamó a Pablo, y… Pablo… le habló de que tenía que vivir sin hacer lo malo… y que algún día Dios juzgaría a todos. Entonces Félix se asustó mucho… Félix llamaba mucho a Pablo para hablar con él, pero más bien quería ver si Pablo le daría algún dinero para dejarlo en libertad”, Hechos 24:24-26 (TLA). Félix conversaba frecuentemente con Pablo acerca de los valores espirituales. Dos largos años siendo discipulado por el gran apóstol y ni aun así su avaricia se apagó. Codiciaba ilegítimamente lo poco que podría haber tenido el apóstol. El gobernador temblaba de miedo ante la posibilidad de irse al infierno y aunque su conciencia luchaba con el temor del juicio divino, su corazón seguía tras las huellas del soborno. Pero el tiro le salió por la culata. La esperanza de dinero hizo negarle a Pablo la libertad porque la bendita esperanza del cielo que el apóstol tenía lo llevó a rechazar la compra de su libertad con el soborno.
Cuánto necesitamos que se nos recuerde que la vida es muy corta y que no vale la pena comprometer la eternidad haciendo tesoros aquí en la tierra: “No acumules tesoros en la tierra… ¡Acumula tesoros en el cielo, donde las cosas no pierden valor y donde no hay polilla ni orín ni ladrón que puedan corromper, oxidar o robar! Pues donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón”, Mateo 6:19-21 (NT-BAD). Dios instituyó la fiesta de los tabernáculos para que su pueblo pudiera recordar siempre esta verdad. Los israelitas debían vivir en una casa temporal durante siete días, Levítico 23:33-44. Al ver las hojas de las ramas que tenían como techo, marchitándose, recordarían la fragilidad de la vida: “Porque ¿qué es la vida sino efímera neblina que en la mañana aparece y al poco rato se desvanece?”, Santiago 4:14 (NT-BAD). “¡Qué frágil es el ser humano! ¡Qué breve es la vida…! Brotamos como una flor y después nos marchitamos; desaparecemos como una sombra pasajera”, Job 14:1-2 (NTV). “Los seres humanos son como la hierba, su belleza es como la flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita”, 1ª Pedro 1:24 (NTV). El rey Ezequías escribió: “Se me voló la vida como una tienda de pastor en medio de la tormenta”, Isaías 38:12 (NTV).
David también tenía muy presente su paso efímero por esta vida. Una vez establecido en su reinado dijo: “Señor… soy sólo un habitante temporal de este mundo”, Salmo 39:12 (PDT). Somos viajeros de paso, ciudadanos de otro mundo. Todos nuestros antepasados espirituales consideraron a este mundo como “una tierra extraña”. Observa lo que la Biblia dice acerca de Abel, Enoc, Noé, Abraham y otros: “Estos hombres de fe… reconocían que este mundo no era el de ellos, y que en él no eran más que simples extranjeros y peregrinos. Es obvio que… tenían los ojos fijos en su verdadera patria, el cielo. Si no, fácil les habría sido entregarse de nuevo al disfrute de los deleites de este mundo. Pero no lo deseaban. Para ellos el anhelo mayor era llegar a la patria celestial. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, y les tiene preparada una ciudad celestial”, Hebreos 11:13-16 (NT-BAD). Nadie puede vivir sin esperanza. Si nuestra esperanza no está en el cielo entonces estará en la tierra. ¿Dónde está la tuya? ¿En la vida presente? Como dijo un humorista: “todo el mundo quiere ir al cielo, pero nadie está apurado”. Es más, el hombre natural está tan aferrado a este mundo que no quiere irse nunca. Desea la salvación más por temor al infierno que por esperar el cielo. Por supuesto que no está tan loco como para preferir la condenación del infierno a la vida celestial, pero la verdad es que le gusta más este mundo que el cielo y el infierno.
¡Qué propensos somos a olvidar estas verdades! Quedamos rápidamente enredados en las comodidades de esta vida y nuestros corazones se van tras las cosas que este mundo nos ofrece, olvidándonos de Dios. Mientras más tenemos más deseamos y no estaría mal si lo invirtiéramos en las cosas del reino. Pero no, cavamos en este mundo, nos apegamos a las cosas temporales y gastamos en nuestros deleites. Deberíamos recordar que somos extranjeros, ciudadanos de otro país y que lo que tenemos nos ha sido dado de pura gracia. Esta semana, mientras oraba, vino a mi mente la imagen de tantas personas cuyas vidas han sido prolongadas milagrosamente por Dios, y en lugar de rendirles sus vidas en servicio permanente viven para mamón. Ni Satanás ni mamón le dieron nada de lo que hoy tienen, sin embargo le rinden su vida en lugar de hacerlo a Dios quién les provee de todo. Vivamos con una actitud de agradecimiento y un sentido de eternidad: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”, 2ª Corintios 4:18.
El propósito de las enramadas era extirpar lo mundano del corazón de los israelitas. Y el Señor todavía nos espera en “la carpa” para circuncidar nuestro corazón, matar el orgullo, sacrificar la ambición y aplastar la hipocresía. Si de verdad creyéramos la promesa de que Jesús está preparándonos un lugar eterno junto a Él en el cielo tomaríamos todos los deseos mundanos y carnales que nos esclavizan y haríamos una hoguera con ellos: “Y todo el que tenga esta esperanza puesta en él, se purifica a sí mismo, así como Cristo es puro”, 1ª Juan 3:3 (PDT). Si seguimos los deseos de Satanás y los de la carne es solo porque todavía no hemos conocido un amo mejor. Vamos a la iglesia y leemos la Biblia, pero Dios todavía no es nuestro dueño y Señor. El pueblo nunca intentó salir de Egipto porque Faraón era lo único que conocían. Pero una vez que Moisés les llevó la noticia de una esperanza de liberación rompieron con el yugo y marcharon sin importar que la rabia del ejército de Faraón los persiguiera sin tregua. Si no tenemos la esperanza de una vida mejor somos unos desgraciados arrastrados por el diablo de un charco de vicio a otro de inmundicia. Amigo mío, renuncia a trabajar para Satanás. Cambia de dueño. La recompensa por conocer y servir a Dios no se compara en nada con la paga que aquel amo déspota pueda darte.