Profetas mentirosos - 4/8/2024 #1311

Episode 336,   Aug 04, 10:43 PM

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Pastor José Luis Cinalli
4/8/2024
Profetas mentirosos

“El hombre de Dios… iba de regreso, un león lo atacó y lo mató. El cuerpo del profeta quedó ahí, y el asno y el león se quedaron parados junto al cadáver, 1º Reyes 13:23-24 (PDT).

El cuerpo muerto de un profeta del Altísimo yace al costado del sendero. La guardia fúnebre del cadáver son dos animales reconciliados: un asno y un león quietos, uno al lado de otro aludiendo, por supuesto, a un juicio divino; ya que en condiciones normales el león hubiera atacado al asno o devorado el cuerpo del hombre. Un joven profeta ha sido ajusticiado por Dios. ¿Por qué razón? Vayamos al comienzo de la historia. El Señor le había encargado la misión de profetizar contra el altar que el rey Jeroboam había edificado en Betel, 1º Reyes 12:28. Por temor a que la gente huyera a Jerusalén, el rey levantó dos centros de adoración, estableció un nuevo orden sacerdotal y cambió las fiestas religiosas ordenadas por Dios. Fue entonces que Dios envió un profeta para amonestarlo. Enojado, el rey ordenó arrestarlo. Al hacerlo su mano quedó inmóvil; el altar se partió y las cenizas se derramaron. Desesperado, el rey pidió al profeta que orara por su sanidad. El profeta lo hace y el milagro sucede. Conmovido, el rey lo invitó a su casa. Pero el joven se excusó diciendo: “… El SEÑOR me ordenó: “No comas ni bebas… mientras estés allí y no regreses… por el mismo camino”, 1º Reyes 13:9 (NTV).

Mientras regresa por otro camino entra en escena “un viejo profeta que vivía en… Betel”, 1º Reyes 13:11 (PDT). Sus hijos, probablemente impactados por el coraje del profeta, le cuentan la historia a su padre quien al instante pergeña un plan para demostrar que aquel hombre era más valiente que obediente. Montado en un asno va a su encuentro y lo invita a comer en su propia casa. El joven profeta se niega por las mismas razones que esgrimió con el rey Jeroboam. El anciano le dice que él también es profeta y que un ángel le ordenó alimentarlo: “Un ángel me dio este mandato de parte del SEÑOR: “Llévalo a tu casa para que coma y beba algo”. Pero el anciano le estaba mintiendo. Así que regresaron juntos, y el hombre de Dios comió y bebió en la casa del profeta”, 1º Reyes 13:18-19 (NTV). Mientras estaban sentados a la mesa, el Señor le habló al profeta viejo, quién en voz alta le dijo a su colega: “El Señor dice que tú no lo obedeciste… El Señor te mandó que no comieras ni bebieras nada en este lugar, pero tú volviste, comiste y bebiste. Por eso… tu cuerpo no será enterrado en la tumba de tus antepasados”, 1º Reyes 13:21-22 (PDT, NTV). Fue así que al desobedecer el joven profeta perdió la vida. El pasaje está repleto de preguntas:

1)     ¿Por qué razón el joven profeta creyó la mentira del anciano? Quizás porque el “viejo profeta” (1º Reyes 13:11) era mayor y le debía respeto. Además porque se identificó en el ministerio diciendo: “Yo también soy profeta como tú”, 1º Reyes 13:18 (PDT). Algo más, el profeta de Betel dijo haber tenido una experiencia sobrenatural: “Un ángel me ha hablado por palabra de Jehová, 1º Reyes 13:18. El joven profeta debía haber resistido la tentación, ya que Dios mismo le había hablado y Él nunca se contradice en su trato con sus siervos. Seamos fieles a su Palabra, rechacemos el ser desviados del camino de la obediencia, incluso si el que nos habla es un ángel del cielo.

2)     ¿Por qué razón el joven profeta fue tratado con tanta dureza, si ambos profetas fueron desobedientes? Porque su pecado dañaba la credibilidad del autor del mensaje y afectaba directamente la gloria de Dios.

3)     ¿Por qué razón el profeta anciano tuvo tanto interés en hacer pecar al joven profeta? Quizás porque quiso comprobar la validez de la profecía. Si el profeta joven desobedecía y quedaba impune, su misión era dudosa; pero si desobedecía y era castigado, la profecía era auténtica. Sin embargo, lo más probable es que haya sentido celos al no ser tenido en cuenta por Dios para esta misión especial. Lo cierto es que hizo pecar a un siervo de Dios. Los que hacen tropezar a otros aman el pecado y aborrecen la santidad. Jesús dijo: “Si alguien hace pecar a uno de estos… que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, Marcos 9:42 (NVI). ¡El castigo que les espera a los que llevan a otros a pecar es peor que la muerte por ahogamiento!

El joven profeta murió no porque haya sido engañado sino porque desobedeció y no se arrepintió. Por supuesto, el viejo profeta contribuyó a eso. Lo incitó a pecar porque él mismo estaba en pecado. Seguramente debe haber fallado en alguna misión y ahora consigue que otro profeta como él cometa el mismo pecado. Jesús dijo: “En este mundo siempre habrá tentaciones… pero ¡ay de la persona que tienta!... Qué mal le irá… Si alguien hace que uno de… mis seguidores… desobedezca a Dios, recibirá un castigo peor que si le amarraran al cuello una piedra enorme y lo tiraran al fondo del mar…”, Lucas 17:1-2 (NT-BAD, TLA). También dijo: “… Enviaré a mis ángeles para que saquen de mi reino… a todos los que sirven de tropiezo…”, Mateo 13:41 (TLA, VM). Pablo dijo: “… Tratemos de no hacer nada que pueda perjudicar la fe de nuestro hermano o llevarlo a cometer pecados… propónganse vivir de tal manera que no causen tropiezo ni caída a otro creyente, Romanos 14:13 (PDT, NTV). Pecar es grave, pero hacer pecar a otros es mucho peor. La Biblia está repleta de advertencias en este sentido. “Eviten que esa libertad que… tienen haga caer en pecado a los que son débiles en su fe”, 1ª Corintios 8:9 (DHH); Isaías 57:14. Cuando Elí reprendió a sus hijos les dijo: “… No es buena fama la que yo oigo, pues hacéis pecar al pueblo de Jehová, 1º Samuel 2:24. A los sacerdotes de antaño se les dijo: “Ustedes… hicieron que muchos tropezaran y cayeran, Malaquías 2:8 (PDT); Mateo 5:32; Hechos 20:30; Romanos 16:17. Jesús reprendió a la iglesia de Pérgamo: “Tengo unas cuantas quejas en tu contra. Toleras a algunos… que mantienen la enseñanza de Balaam, quien le enseñó a Balac cómo hacer tropezar al pueblo de Israel. Les enseñó a pecar… arrepiéntete de tu pecado”, Apocalipsis 2:14-16 (NTV).

Una reflexión final. La Biblia alude muchas veces a la profecía personal. Natán reprendió a David por mandato expreso del Señor, 2º Samuel 12:1-14. Isaías predijo la muerte de Ezequías: “El Señor dice: “Pon tus asuntos en orden, porque vas a morir…”, Isaías 38:1 (PDT). Y el profeta Agabo le dijo a Pablo que tendría problemas en Jerusalén: “El profeta…. tomó el cinturón de Pablo… se ató de pies y manos… y dijo: “El Espíritu Santo me dice: así es como los judíos de Jerusalén atarán al que lleve puesto este cinturón…”, Hechos 21:10-11 (PDT). Una profecía es personal cuando el Espíritu Santo encomienda que se la dé a otra persona. Para evitar el abuso de este don la Biblia da algunas recomendaciones:

1.   La palabra dada por el profeta no debe ser novedad para la persona a quien va dirigida, sino confirmatoria del mensaje que Dios le ha dado con anterioridad. Pablo ya sabía que en Jerusalén le esperaban problemas: “… El Espíritu Santo me dice en cada ciudad que en Jerusalén me esperan problemas y hasta la cárcel”, Hechos 20:23 (PDT).  

2.   El carácter de la persona que comunica la profecía debe ser equilibrado. Agabo era un reconocido profeta, usado por Dios para el ejercicio de ese don, Hechos 11:28; 21:10.

3.   La profecía no debe ser manipuladora. Es muy común escuchar “Dios me dijo” para manipular a otros a que hagan alguna cosa. La ‘profecía’ no se impone a la libre voluntad. La vida cristiana no es supersticiosa; no está gobernada por tontos presagios ni por las artimañas de los gurúes. Pablo no cambió sus planes a causa de la profecía de Agabo o por insinuaciones de otros (Hechos 21:12-14), sino que recibió “la palabra” pero, de todos modos, continuó con sus planes.

4.   Toda profecía es parcial. No importa lo veraz que esa “palabra” sea, ella no nos da el cuadro completo. La profecía de Agabo era cierta, y Pablo fue atado en Jerusalén. Pero también es cierto que fue una puerta que Dios utilizó para que predicara la Buenas Noticias en Roma.

5.    Toda profecía debe considerarse en oración. Hay que esperar, sin desesperar. Debiéramos avanzar en la vida con plena confianza en Dios, tal como el rey Ezequías lo hizo. A éste le fue dicho que moriría pronto; pero en lugar de rendirse ante la profecía, se dirigió a Dios en oración y se le añadió 15 años más de vida, Isaías 38:1-5. La profecía personal no debe convertirse en un recurso para planear o dirigir nuestras vidas. Dios espera que confiemos y dependamos solo de la guía del Espíritu Santo.