En el desierto no hay wi-fi pero encontrarás una mejor conexión 21/1/2024 #1283
Episode 305, Jan 21, 08:35 PM
Pastor José Luis Cinalli
21/1/2024
En el desierto no hay wi-fi pero encontrarás una mejor conexión
21/1/2024
En el desierto no hay wi-fi pero encontrarás una mejor conexión
“Dios le habló en el desierto a Juan… Sin pérdida de tiempo salió… predicando…”, Lucas 3:2-3 (PDT, NT-BAD).
El ministerio de Juan fue muy corto, solo seis meses. No hizo un solo milagro, su aspecto era salvaje y su predicación era aterradora (Lucas 3:7). Sin embargo, conquistó multitudes: “Gente de Jerusalén, de toda Judea y de todo el… Jordán salía para ver y escuchar a Juan”, Mateo 3:5 (NTV). Fue “uno de los más grandes hombres de Dios”, Lucas 1:15 (NT-BAD). Recaudadores de impuestos (Lucas 3:12), soldados (Lucas 3:14), fariseos, saduceos (Mateo 3:7) y personas de todos los pueblos acudían para escucharlo y ser bautizados por él. ¿Cómo atrajo a tanta gente? ¿Cómo fue posible que un hombre salido de la ‘nada’, sin trayectoria y sin publicidad, tuviera semejante poder de convocatoria? Aquí está la respuesta: ¡Juan era un hijo del desierto! He aquí sus cualidades:
1) Fue llamado por Dios. “Hubo un hombre enviado de Dios… se llamaba Juan”, Juan 1:6. ¡El ministerio productivo deriva de un llamamiento divino!
2) Fue paciente. Juan esperó el tiempo de Dios para comenzar su ministerio. “… Vino palabra de Dios a Juan… Y él fue…”, Lucas 3:2-3. Muchos creyentes fracasan en sus ministerios no por falta de llamado sino por falta de paciencia. Al igual que Moisés se aventuran en la misión antes de tiempo. Juan conocía su misión desde la niñez, pero no sabía el cuándo. Por esa razón se internó en el desierto y esperó el tiempo de Dios. ¡Entre la visión y la misión solo existe paciencia y preparación!
3) Fue testigo de Cristo. “Dios envió a Juan el Bautista como testigo de… Jesucristo”, Juan 1:6 (NT-BAD). La misión de Juan era preparar a las personas para que recibieran a Cristo. Por eso predicaba el arrepentimiento y el bautismo para el perdón de los pecados, Mateo 3:11. ¡Por su fidelidad al mensaje divino mereció el tributo de Jesús! “… Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”, Mateo 11:11. ¡Los líderes que no temen arriesgar su reputación mientras predican la sana doctrina reciben la aprobación de Dios! En cambio, ¡el liderazgo transigente con el pecado no goza de la presencia divina! El evangelio que promete placer, comodidad, control y riqueza se vende más rápido que aquel que demanda disciplina, sacrificio, arrepentimiento, confesión y servicio. Pero el primero te condena y el último te salva. Seamos los ‘bautistas’ de hoy en día predicando solo el evangelio de Jesucristo, Hechos 8:35.
4) Fue un servidor humilde. Juan reconoció que su lugar en el reino era estar subordinado a Cristo: “Ni siquiera soy digno de ser su esclavo, ni de desatar las correas de sus sandalias”, Juan 1:27 (NTV). Refiriéndose a Jesús, Juan declaró: “… A Él se le debe poner más atención y a mí menos”, Juan 3:30 (PDT); Marcos 1:7. Los líderes solemos caer en el error de mostrar algo de Jesús y algo de nosotros mismos. En ocasiones ganamos corazones para Cristo, pero también algunos para nosotros mismos. Eso está mal. Sigamos el ejemplo del Bautista. ¡Trabajemos para que las personas sean seguidoras de Cristo y no de nosotros! ¡Cuando el sol sale, las velas deben apagarse!
5) Fue capacitado en el desierto. “Juan vivió en el desierto hasta el día en que Dios le ordenó llevar su mensaje…”, Lucas 1:80 (TLA). ¿Dónde estaba Juan cuando Dios le habló? “En el desierto”, Lucas 3:2. Y, ¿qué hacía allí? “Se fortalecía en espíritu… se hacía espiritualmente más fuerte (CST)… aumentaba su poder espiritual”, Lucas 1:80 (RV60, TLA). Juan era un hombre lleno del Espíritu antes de entrar en el desierto (Lucas 1:15); sin embargo, se retiró para aumentar su poder espiritual. ¿Y qué decir de Jesús? Lleno del Espíritu (Lucas 3:22) se internó en el desierto para estar con Dios durante cuarenta días (Lucas 4:1) y del desierto “… regresó… lleno del poder del Espíritu Santo”, Lucas 4:14 (NTV). El que anhele un ministerio de presencia y de poder deberá frecuentar el desierto donde el aire es más puro, el cielo es más claro y Dios es más familiar.
Píldoras para la salud espiritual y el fortalecimiento ministerial:
1. ¡El desierto es el portal al trono de Dios, el lugar donde se disfruta del mismísimo cielo! La carne, el mundo y el infierno están complotados para falsear el exuberante deleite que se experimenta cuando uno se conecta con Dios en la soledad del desierto. La iglesia tampoco colabora, concentra todo su esfuerzo es hacer que los creyentes se consagren más a la actividad que a la devoción. Y para colmo de males, son pocos los hermanos que experimentan una vida vibrante de comunión con Dios que despierte en otros el deseo de seguir su ejemplo. ¡Si tienes planes de influir sobre multitudes deja de informarte acerca de los desiertos y pasa mucho más tiempo allí!
2. ¡El desierto es el lugar preferido por Dios para forjar el carácter de sus siervos! Todo lo que es de Dios y está destinado a perdurar fluye del desierto. Lo que la Iglesia necesita hoy en día son líderes que hayan salido del desierto, probados y templados, preparados y disciplinados por Dios mismo. Nada más, nada menos. ¿Quieres ser una persona de gran influencia para otros? ¿Anhelas ser un vaso de honra en las manos de tu Dios? ¡Entonces resiste la tentación de escapar del desierto! ¡Dile “sí” a la maravillosa invitación de Dios a ser formado en la escuela del desierto!
3. ¡El desierto es el lugar donde estamos en posición de oír a Dios! “Te respondí en lo secreto…”, Salmo 81:7. El éxito en la vida y el ministerio depende de escuchar o no a Dios. “Todo el que tenga oídos para oír debe escuchar al Espíritu…”, Apocalipsis 2:7 (NTV), 11, 29, 3:6, 13, 22. Todo cambia cuando escuchamos a Dios y obramos en base a esa Palabra. Oír a Dios es la fuente de la sabiduría, entendimiento y vida eterna. Por eso el secreto de la oración es estar en silencio delante de Dios. Las cosas no cambian cuando nosotros le hablamos a Dios sino cuando Él nos habla y nosotros le obedecemos. Por supuesto, escuchar la voz de Dios no es una experiencia diaria. La mayoría de las veces salimos del lugar secreto o regresamos de nuestras caminatas de oración sin haber escuchado su voz. Volvemos con oraciones sin contestar, deseos insatisfechos y sueños sin concretar, pero jamás vacíos. Su compañía ha sido un bálsamo para nosotros. Uno nunca sabe cuál será el momento en el que la voz de Dios se deje oír. Pero será el resultado de lo que invertimos en buscar y golpear las puertas del cielo. Todos esos días que preceden a la gran revelación son una inversión. ¡Bien vale la pena esperar a Dios! Eso sí, cuando Dios quiera revelarse nosotros debemos estar listos para escuchar. ¡Cuántas bendiciones nos perdemos por no estar en posición de escuchar! Los que casi se perdieron la bendición fuimos nosotros la última mañana de nuestra estadía en Ecuador. Habíamos sido invitados a ministrar en un evento de primicias. Debido a la injerencia social de grupos narco-terroristas el presidente de la nación había decretado estado de guerra. Las cárceles estaban tomadas, los medios de comunicación intervenidos y las escuelas cerradas. Desmanes, manifestaciones, autos incendiados y balaceras por todos lados. El país estaba en vilo. Había comenzado el desabastecimiento y el pánico había ganado las calles. ¡Cuánta incertidumbre! ¿Podríamos salir del país a salvo? Decidimos confiar en Dios y no interrumpir nuestras habituales caminatas de oración. Elegimos un circuito que parecía ser seguro, en las inmediaciones del hotel. Lo que pasó esa mañana fue grandioso. Escuchar la voz de Dios no tiene precio. Él dijo: “Ensancha el espacio de tu tienda… agranda tu casa… Extiende tu hogar y no repares en gastos, pues pronto estarás llena a rebosar (NTV)… extiende cuanto puedas tus cuerdas (TA)… no seas escasa (RV60)… ¡No te pongas límites!… porque a derecha y a izquierda te extenderás…”, Isaías 54:2-4 (BAD). Esta promesa era la confirmación de otra que Dios nos dio al principio de año: activación sobrenatural y aceleramiento en la activación. Pero Dios dijo también que no debería faltarnos fe. Él dijo: “No seas escaso… no te pongas límite”. Cuando no le ponemos límites a Dios, Dios no le pone límites a nuestra fe. Somos los únicos que podríamos estorbar el crecimiento y el progreso que Dios ha destinado para nuestro futuro. Los límites autoimpuestos interrumpen las bendiciones de Dios. ¿Qué hubiera sucedido si esa mañana hubiéramos respetado las leyes del temor y no hubiéramos salido a caminar con Dios? Esa era la mañana en la que Dios había decidido soltar su bendición y si no hubiéramos estado en el retiro, en posición de escuchar, nos la hubiéramos perdido. Por todo lo dicho la conclusión es obvia: el secreto para escuchar a Dios está en el lugar secreto.