Navidad, un recuerdo casi olvidado 24/12/2023 #1279

Episode 301,   Dec 24, 2023, 08:27 PM

Pastor José Luis Cinalli
24/12/2023
Navidad, un recuerdo casi olvidado
“Mientras estaban en Belén, a María le llegó la hora de tener su primer hijo… No había lugar… en la morada de la familia… (NT-NV) los dejaron pasar la noche… en el lugar donde se cuidan los animales, Lucas 2:7 (TLA).

Navidad es mucho más que familiares reunidos alrededor de una mesa repleta de comida y, por supuesto, mucho más que un día de fiesta e intercambio de regalos. Navidad nos recuerda el nacimiento de Jesucristo, “el Salvador del mundo”, Lucas 2:11 (Alfonsina 1260). Ya que “todos hemos pecado… ” (Romanos 3:23, NTV)… Cristo Jesús vino… para salvar a los pecadores…”, 1ª Timoteo 1:15. Pero cuidado, no es su nacimiento el que nos salva sino su muerte: “Cristo murió por nuestros pecados”, 1ª Corintios 15:3. Dios ofrece salvación a todos, pero no todos se salvan. Jesús dijo: “Angosto es el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan, Mateo 7:14. Para ser salvos hay que obedecer a Dios y no todos quieren: “Jesús… es fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen, Hebreos 5:9 (BLA); Mateo 7:21; Santiago 1:22; 1ª Juan 2:17; Romanos 1:5, 2:13; 1º Samuel 15:22; Lucas 6:46, 11:28; Juan 13:17. Entonces la salvación es ofrecida a todos (Tito 2:11-12; Marcos 16:15-16) y Dios quiere que todos se salven (2ª Pedro 3:9; Ezequiel 33:11; 1ª Timoteo 2:4), pero no todos se salvan porque “no todos obedecen el evangelio”, Romanos 10:16. Y los que no obedecen “… recibirán el gran castigo de Dios… sufrirán pena de eterna perdición, Romanos 2:8 (BAD); 2ª Tesalonicenses 1:9 (RV60).

Jesús “el pan de vida” (Juan 6:35) nació en Belén, la “casa de pan”, tal como había sido anunciado por las Escrituras, Miqueas 5:2; Juan 7:42; Mateo 2:6. Para que la profecía se cumpliera el emperador romano Augusto César dispuso un censo general respetando no el lugar de residencia de las personas sino el de su ascendencia. Debido a que José era descendiente del rey David tuvo que viajar a Belén. ¿Casualidad? Más bien “esto es obra del SEÑOR y… nos deja maravillados”, Salmos 118:23 (NTV, TLA). El Salvador, el Mesías, el Rey nació pero, ¡en un pesebre, en un comedero de animales! Que no “hubiera lugar en el mesón” (Lucas 2:7) presagiaba lo que sucedería con Él a lo largo de toda su vida. Jesús fue rechazado en el palacio por Herodes quién pensaba que al matar a los niños mataría al Mesías…”, Mateo 2:16 (NT-BAD). Fue rechazado en el lugar donde creció: “… Lo atacaron y… querían arrojarlo por el precipicio”, Lucas 4:29 (NTV). Rechazado por los samaritanos quienes “… no lo recibieron…”, Lucas 9:53 (MN); Lucas 8:37. Rechazado por los líderes religiosos, Lucas 23:1. Rechazado por muchos judíos que gritaron “¡crucifícale, crucifícale!”, Juan 19:6. Rechazado en Jerusalén: “¡Oh, Jerusalén, Jerusalén… Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejasteno quisiste, Lucas 13:34 (NTV, NBLH). Rechazado por los gadarenos quienes “… le rogaron que se fuera y los dejara en paz”, Mateo 8:34 (NTV). Que reacción ilógica e insensata la de esta gente. ¿Por qué no aprovecharon la presencia de Jesús para traerle sus enfermos y endemoniados? No solo no fueron agradecidos con él sino que lo consideraron persona no grata y lo echaron de sus dominios. Millones de personas hacen lo mismo hoy en día. Aunque Jesús ofrece salvación a todos, la mayoría no la quiere: “Ustedes no quieren… no desean acercarse a mí, para que yo les dé vida eterna”, Juan 5:40 (NBLH, NT-BAD). Sin embargo el Señor sigue siendo paciente: “Yo estoy siempre a la puerta y llamo; si alguno escucha mi llamado y abre la puerta… entraré en su casa y cenaremos juntos”, Apocalipsis 3:20 (NT-BAD, DHH). La puerta del corazón humano se abre desde adentro. Jesús no entra a la fuerza. Si no le damos entrada, lo estaremos rechazando como hicieron los gadarenos. Y esa decisión no es gratis; al contrario, acarrea consecuencias eternas, 2ª Tesalonicenses 1:7-9.

Finalmente Jesús “vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron, Juan 1:11 (NTV). Jesús no fue bien recibido en su propia casa. Al contrario, lo negaron y lo rechazaron. Jesús nació, vivió, trabajó y sufrió entre los de su propia nación. Y lo hizo para salvarlos del dominio y de la culpa del pecado pero ellos no lo apreciaron: “se negaron a creer en Él”, Mateo 13:57 (NTV); 21:33-46; 23:37; Lucas 4:28-29; 19:41-44; 20:14. Por eso, Pablo dijo: “Era necesario que primero les predicáramos la palabra de Dios a ustedes, los judíos. Pero, ya que ustedes la han rechazado… se la ofreceremos a los gentiles”, Hechos 13:46 (NTV). Los judíos se excluyeron a sí mismos de la gracia divina. Somos nosotros los que decidimos ponernos o no del lado de Cristo en el día del juicio. Mucho cuidado con desaprovechar la oportunidad que Dios nos brinda porque terminaremos perdiéndonos para siempre. Que tristeza provoca el saber que muchos prefieren pasar la eternidad en el infierno antes aceptar el regalo de vivir con Dios en el cielo. La siguiente historia ilustra lo que estamos diciendo: “Amigables alienígenas visitaron la tierra. Varios líderes mundiales se reunieron con ellos para hacerles algunas preguntas ante las cámaras de televisión. Durante el foro un representante cristiano le preguntó a un extraterrestre: “¿Conocen ustedes a Jesucristo?”. “¡Claro que sí!”, exclamó. “Visita nuestro planeta más o menos cada dos años. “¿Cada dos años?”, replicó indignado el líder religioso. “¡Nosotros esperamos todavía su segunda venida!”. En un intento por calmarlo, el extraterrestre le dijo: “Quizás sea porque no le gustaron mucho sus chocolates...”. “¿Qué tienen que ver los chocolates con todo esto?”, respondió el líder humano aún más irritado. “Bueno, es que cuando visita nuestro planeta, nosotros le damos de regalo una caja enorme de chocolates”, explicó el extraterrestre. “¿Qué hicieron ustedes cuando vino por primera vez a la tierra?”.

La decisión de rechazar a aquel que solo vino a bendecirnos es inexplicable. Tan inexplicable como la reacción de muchas personas allá abajo en la provincia de Chubut a quiénes le estábamos regalando vida eterna. Fuimos denunciados en varios barrios donde vive la ‘gente de bien’. Desperdiciamos nuestro tiempo compareciendo y aportando datos para la averiguación de antecedentes en los destacamentos policiales de todas y cada una de las ciudades en las que estuvimos. Vieran ustedes cómo los patrulleros nos perseguían para atraparnos como si fuéramos animales de caza. A nosotros nos interceptaron a la altura de la plaza central de un pequeño pareje llamado Gastre, bien metido allá en la cordillera. ¿Cuál era el presunto delito cometido? La intención manifiesta de secuestrar niños. Nos acusaban de regalar libros a los niños para luego secuestrarlos. Vivir una experiencia así debe hacernos reflexionar.  ¿Por qué denunciar y tratar como delincuentes a quienes solamente reparten alegría y felicidad? ¿Por qué rechazar a quienes ayudan con la prevención del abuso de menores? ¿Por qué maltratar a quienes solo están aportando herramientas para el bienestar de toda la familia? Por otra parte, la reacción policial es poco menos que misteriosa. ¿Por qué perseguir a quienes son portadores de paz y permanecer impertérritos mientras los dilers entregan droga a los menores, trayendo muerte a la comunidad? ¿Por qué razón los padres denuncian a quienes bendicen a sus hijos y defienden con su silencio a quienes frente a sus propias casas delinquen vendiendo drogas? Finalmente, y no por eso menos importante, ¿por qué razón la ‘gente de bien’ se opone tanto al trabajo de nuestros evangelistas? Fue precisamente en los barrios donde ellos viven los que más nos maltrataron. Fue la ‘gente de bien’, es decir aquellos que ostentan un ladrillo o una rueda más que otros, los más desconfiados y maleducados. No digo poco instruidos sino maleducados. Por qué catalogamos como ‘gente de bien’ a la que más tiene. Más bien, ‘gente de bien’ significa bien estresada, bien malhumorada, bien orgullosa y bien frustrada; por todo esto también muy infelices. No dudamos de que existan entre ellos gente diferente, pero nosotros no las encontramos. Nada otorga a otro el derecho de gritar, insultar y maltratar a los demás. Quizás también sea un llamado de atención para todos nosotros. La posibilidad de tener un papelito verde más que otros no nos otorga el derecho de subirnos a un pedestal o creernos superiores: “Dios ha escogido a los pobres para que sean ricos en fe y para que hereden el reino… ¿No ven que por lo general los ricos son los que los oprimen y los arrastran a los tribunales? Muchas veces son ellos los que se burlan de Cristo…”, Santiago 2:5-7 (NT-BAD). Frente a semejante injusticia nos embargó una sensación de impotencia que me llevó a salir de la ciudad, levantar las manos al cielo y derramar mi corazón y muchas lágrimas a Dios. Que hermoso consuelo llegó rápidamente desde el cielo: “Dios bendice a los que son maltratados por practicar la justicia, pues ellos forman parte de su reino. Dios los bendecirá a ustedes cuando, por causa mía, la gente los maltrate y diga mentiras contra ustedes. ¡Alégrense! ¡Pónganse contentos! Porque van a recibir un gran premio en el cielo…”, Mateo 5:10-11 (TLA).

Conclusión. El Hijo de Dios no fue respetado cuando estuvo con nosotros aquí en la tierra: “… Les envió a su hijo… pero cuando…. vieron al hijo, dijeron entre sí… matémoslo…”, Mateo 21:37-38 (NBLH). Fue crucificado, “despreciado y desechado entre los hombres”, Isaías 53:3. Y lo peor de todo es que sigue siendo rechazado. Sigue siendo una persona no querida en muchísimas familias, incluso en muchas iglesias. Esto nos lleva a nuestra última reflexión. Dado que Cristo no tiene un lugar entre nosotros, ¿habrá para nosotros un lugar allá en el cielo?