Evidencia de una verdadera conversión 03/12/2023 #1276
Episode 298, Dec 03, 2023, 08:25 PM
Pastora Silvia Cinalli
03/12/2023
Evidencia de una verdadera conversión
03/12/2023
Evidencia de una verdadera conversión
“… Al ser bautizados, morimos y somos sepultados… pero morimos para nacer a una vida totalmente diferente… Considérense muertos al… pecado, pero vivos para Dios…”, Romanos 6:4,11 (TLA, DHH).
El apóstol Pablo utiliza la figura de la muerte, sepultura y resurrección para referirse a la conversión. Morimos al pecado cuando nos arrepentimos, sepultamos nuestro antiguo yo cuando nos bautizamos y, como resultado emergemos a una nueva vida con Cristo: “… Ya no vivo yo… Cristo vive en mí”, Gálatas 2:20 (NTV). En otras palabras: “Muertos al pecado y vivos para Dios”, Romanos 6:11 (DHH). Cuando nos alejamos del pecado sepultando nuestra antigua vida, cambiamos de dueño. Dejamos de ser esclavos del ‘señor pecado’ para ser siervos de Dios. ¿Cómo es posible que muchos que han sido liberados de semejante esclavitud vuelvan a servir a su antiguo patrón? ¿No saben estos que el ‘señor pecado’ es un amo cruel que paga con la muerte eterna a quienes lo sirven?
Ahora bien, vivir bajo la gracia no es ninguna licencia para pecar. “… Nosotros ya no tenemos nada que ver con el pecado, así que ya no podemos seguir pecando”, Romanos 6:2 (TLA). Morir al pecado significa separarse de él mediante el arrepentimiento. La persona convertida ya no practica el pecado; ya no lo ama, ¡ahora lo odia! “Honrar al Señor es odiar el mal…” Proverbios 8:13 (BNP). ¿Odias el pecado? ¿Toleras, permites o proteges todavía el mal en tu propia vida? El pecado es nuestro peor enemigo. Negarlo como lo hizo Giezi (2º Reyes 5:20-26), esconderlo como lo hizo David (2º Samuel 11 y 12) o culpar a otros como lo hicieron Adán y Eva (Génesis 3:12) no es morir al pecado. Morir significa confesar, arrepentirse y alejarse del pecado. Es una muerte dolorosa, radical; un cambio de 180 grados. Piénsalo de esta manera, la persona no arrepentida camina hacia el lago de fuego; mientras que la convertida hacia el hogar celestial. Por eso el apóstol dice: “Hagan, pues, morir todo lo que hay de terrenal en ustedes: que nadie cometa inmoralidades sexuales, ni haga cosas impuras, ni siga sus pasiones y malos deseos, ni se deje llevar por la avaricia… Por estas cosas viene el terrible castigo de Dios sobre aquellos que no lo obedecen”, Colosenses 3:5-6 (DHH). El creyente tiene una lucha diaria. Con gran esfuerzo y dedicación controla su cuerpo y mente a la voluntad de Dios y no se permite ‘licencias’ que lo lleven nuevamenter a ser esclavo de su antiguo amo: “Ustedes ya han muerto al pecado… Así que no dejen que el pecado los use para hacer lo malo… No dejen que ninguna parte de su cuerpo se convierta en un instrumento del mal para servir al pecado(NTV)… Más bien, entréguense a Dios, y hagan lo que a él le agrada. Así el pecado ya no tendrá poder sobre ustedes, porque ya no son esclavos… Ahora están al servicio… de Dios”, Romanos 6:13-14 (TLA). 2ª Timoteo 1:7 dice: “Porque el Espíritu de Dios no nos hace cobardes. Al contrario, nos da poder para amar a los demás, y nos fortalece para que podamos vivir una buena vida cristiana. Por lo tanto, no te avergüences de hablar bien de nuestro Señor Jesús…”.
Pablo habla de los miembros de nuestro cuerpo: oídos, labios, ojos, manos, etc., como instrumentos de bien. La idea es muy práctica. Tienes ojos, ¡no los uses para servir al pecado! Tienes oídos, ¡no los uses para servir al pecado! Cuando las partes de nuestro cuerpo son cedidas a Dios se convierten en armas para el bien. En cambio, cuando son cedidas al pecado, son armas para el mal. Un ejemplo de esto es David. Dios usó sus manos para destruir a Goliat, pero luego David cedió sus ojos al pecado cuando miró a Betsabé. Pablo dice: “Usen todo su cuerpo como un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios”, Romanos 6:13 (NTV). Dios espera que todo nuestro ser esté consagrado a sus propósitos. Los sacerdotes del A.T. se consagraban a Dios cuando la sangre del sacrificio era aplicada en su oreja derecha, manos y pies mostrando así que todo su ser ahora le pertenecía a Dios y debían ser usado para su gloria, Éxodo 29:20. Dios espera el mismo grado de consagración en todos nosotros.
Pablo habla de los miembros de nuestro cuerpo: oídos, labios, ojos, manos, etc., como instrumentos de bien. La idea es muy práctica. Tienes ojos, ¡no los uses para servir al pecado! Tienes oídos, ¡no los uses para servir al pecado! Cuando las partes de nuestro cuerpo son cedidas a Dios se convierten en armas para el bien. En cambio, cuando son cedidas al pecado, son armas para el mal. Un ejemplo de esto es David. Dios usó sus manos para destruir a Goliat, pero luego David cedió sus ojos al pecado cuando miró a Betsabé. Pablo dice: “Usen todo su cuerpo como un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios”, Romanos 6:13 (NTV). Dios espera que todo nuestro ser esté consagrado a sus propósitos. Los sacerdotes del A.T. se consagraban a Dios cuando la sangre del sacrificio era aplicada en su oreja derecha, manos y pies mostrando así que todo su ser ahora le pertenecía a Dios y debían ser usado para su gloria, Éxodo 29:20. Dios espera el mismo grado de consagración en todos nosotros.
Reafirmemos el concepto, morimos al pecado cuando nos arrepentimos. Y el arrepentimiento es un cambio en la manera de pensar que conlleva un cambio en la manera de vivir. La persona arrepentida ya no sirve al pecado ni trabaja para destruirse a sí misma, ahora sirve y obedece a Dios para salvarse eternamente: “… La vida que ahora vive, es para agradar a Dios”, Romanos 6:10 (TLA). La Biblia habla de dos hombres: “el viejo hombre” (Romanos 6:6) que es la persona controlada por el pecado (Romanos 6:12) y, el “nuevo hombre” (Efesios 4:24) que es controlado por el Espíritu Santo: “Despójense… del hombre viejo que se corrompe con sus malos deseos… y revístanse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios…”, Efesios 4:22-24 (BNP). La Biblia ilustra este proceso como si uno se quitara ropa sucia para vestirse con un atuendo nuevo y limpio. Se despoja de toda inmundicia y carnalidad y se viste de un nuevo hombre a la imagen de Cristo. La persona convertida ya no es esclava del ‘señor pecado’. El hombre pecador murió. Por supuesto que el cristiano puede pecar, pero ya no practica el pecado. Ahora vive para glorificar a Dios.
Reiteremos este asunto. El pecado nos separa de Dios y nos arruina para siempre. Servirlo nos lleva a la muerte eterna. Cuando pecamos nos unimos a Satanás en su lucha contra Dios. ¡Una verdadera misión suicida! “El que peca demuestra pertenecer a Satanás…”, 1ª Juan 3:8 (NT BAD). ¿Y qué es lo que está en juego en esta guerra? La vida eterna. No luchamos por trivialidades sino por lo celestial, ¡por el cielo mismo! El pecado es el peor negocio de la vida porque pone en riesgo la bendición más grande ofrecida por Dios al hombre. No existe un adjetivo en ningún idioma conocido que pueda describir la magnitud de la maldad del pecado. Medita bien antes de aceptar la oferta del infierno. Más bien odia el pecado. Si vas a luchar con él, hazlo en serio. Tírate sobre su cuello y no permitas que respire ni se levante.No te dejes engañar. “…algunos…dicen que Jesucristo no es nuestro único Señor y Dueño, y que por eso no debemos obedecerle. Piensan que, como Dios nos ama tanto, no nos castigará por todo lo malo que hacemos…”, Judas 1:4, BLS.
Aprende de los secuaces de Satanás. Aunque Cristo estaba de espalda en el suelo, ellos tomaron sus precauciones. Nunca pensaron que lo tenían seguro, ni aun muerto. Sellaron la tumba y la vigilaron. Tú debes hacer lo mismo para estorbar la resurrección de tu pecado.
Aprende de los secuaces de Satanás. Aunque Cristo estaba de espalda en el suelo, ellos tomaron sus precauciones. Nunca pensaron que lo tenían seguro, ni aun muerto. Sellaron la tumba y la vigilaron. Tú debes hacer lo mismo para estorbar la resurrección de tu pecado.
El diablo es el inventor del pecado, por eso al pecado se lo llama “las obras del diablo”, 1ª Juan 3:8. Pero además es el gran instigador de cualquier pecado, por eso se lo llama “el tentador”, Mateo 4:3. Siempre está dándonos ideas para pecar. Es verdad que el pecado es una actividad antigua, pero con cada nueva generación nacen nuevos pecados. La bigamia no se conocía hasta que nació Lamec; y desde entonces se fue perfeccionando al punto en que los habitantes de Sodoma inauguraron un nuevo pecado: la homosexualidad, Génesis 19. El pecado que inventaron lleva su nombre hasta hoy: sodomitas. ¡Piensa dos veces antes de usar la inteligencia para inventar nuevos pecados! Puede que provoques a Dios a nuevos juicios. Sodoma inventó un nuevo pecado y Dios inventó un nuevo castigo para ellos: les envió el infierno desde lo alto.
El pecado endurece el corazón: “Que ninguno de ustedes se endurezca por el… pecado”, Hebreos 3:13 (NVI). Pablo aclara este concepto diciendo que los pecadores están siempre pensando en cómo pecar mejor: “Inventan nuevas formas de pecar… peor aún, incitan a otros a que también las hagan”, Romanos 1:30-32 (NTV). ¿Qué vamos a hacer? ¿Usaremos la inteligencia que Dios nos dio para crear nuevos pecados? ¿O nos seguiremos revolcando en los que ya conocemos y no nos decidimos a abandonar? Si crees que puedes deslizar tus pecados debajo de la mesa sin que nadie, ni siquiera Dios los vea, has sido vilmente engañado por el diablo quien ha estado enseñando este mismo truco desde Adán, que pensaba esconderse tras una hoja de higuera. No seamos ilusos. Nada puede cubrir nuestro pecado de la mirada de Dios. El Señor nos pedirá cuentas, en esta vida o en la otra, pero algún día tendremos que responder. El más grave castigo que Dios puede imponer a este lado de la eternidad, es dejar al pecador a su aire, yendo camino al infierno en compañía de Satanás. ¡Que éste no sea tu caso!
Crucificar el viejo hombre no es una muerte fácil. Nunca digamos que es fácil obedecer. Jesús no dijo eso. Al contrario, Él habló de cortarse la mano o sacarse el ojo en algunos casos (Mateo 5:29-30); de negarse a sí mismo (Mateo 16:24) y habló de renunciar a todo, aún a la propia vida, Lucas 14:33. Ser discípulo de Jesús nos cuesta todo: “Si ustedes consideran que su vida es más importante que obedecerme, no tendrán vida eterna. Pero si… me obedecen, entonces tendrán vida eterna”, Juan 12:25 (TLA). Cristo debe ocupar el primer lugar en nuestras vidas, todos y todo lo demás viene después, Mateo 6:33. Ser discípulo de Jesús requiere que nos alejemos completamente del pecado (Romanos 12:1-21) y que sometamos nuestra voluntad a la del Señor, Juan 12:25. Jesús pide devoción de todo corazón, una lealtad a toda prueba, una negación completa de uno mismo, de modo que uno se ponga a sí mismo, al igual que su tiempo, dinero, posesiones y talentos a disposición de Cristo. Veáse Mateo 7:13-14; 10:34-37; 16:24; Lucas 9:57-62; 14:25-33.