El evangelio de la segunda oportunidad 26/3/2023 #1241
Episode 262, Mar 26, 2023, 08:33 PM
Pastor José Luis Cinalli
26/3/2023
El evangelio de la segunda oportunidad
26/3/2023
El evangelio de la segunda oportunidad
“Abram salió de Egipto… y viajó… hacia Betel y armaron sus carpas… donde habían acampado antes. Era el mismo lugar donde Abram había construido el altar, y allí volvió a adorar al SEÑOR”, Génesis 13:1-4 (NTV).
Dios se le apareció a Abraham para pedirle que abandonara Babilonia y se fuera a Canaán. ¿Lo hizo? Sí, pero no inmediatamente. Los lazos familiares retrasaron su llamado. Se quedó en Harán hasta que su padre murió. Luego reinició su viaje a la tierra prometida donde se quedó solo por un tiempo, ya que la crisis económica del lugar lo empujó a vivir en Egipto. Allí se transformó en un hombre rico y poderoso. A priori la decisión pareció acertada pero no lo fue, pues el país del Faraón no era el sitio de la Presencia de Dios. Egipto no era el lugar donde Dios lo quería, por lo tanto nunca se le reveló. A medida que su patrimonio económico aumentaba su vida espiritual se marchitaba. Con el tiempo Abraham se dio cuenta que las riquezas de este mundo no pueden sustituir la comunión con Dios. Entonces decidió volver a Canaán. Aprendamos la lección: ¡en desobediencia Dios no se revela! Para contar con Dios y con su bendición debemos hacer lo que Dios quiere, en el lugar donde Dios lo quiera.
En Egipto Abraham era rico pero no feliz. La verdadera felicidad es el resultado de la obediencia. “Si observas… la ley, vivirás feliz… felicísimo”, Proverbios 29:18 (Castillian y Jünemann). “Qué felices son los que temen al SEÑOR y se deleitan en obedecer sus mandatos”, Salmo 112:1 (NTV). Abraham volvió a escuchar la voz de Dios cuando regresó a la tierra prometida. En otras palabras, Abraham fue restaurado a la comunión con Dios el día en que obedeció. “El Señor dice: “… si vas a regresar, que sea para volver a mí”, Jeremías 4:1 (PDT). Es Dios quien vuelve al descarriado al camino derecho y lo atrae hacia su misma presencia. Cuando el leproso sanado era aceptado nuevamente en el campamento, también era restaurado a la comunión con Dios: “A la entrada de la carpa del encuentro el sacerdote… lo presentará ante el Señor…”, Levítico 14:11 (PDT). Cuando el hijo pródigo volvió a la casa, el padre lo hizo sentar a su lado en su propia mesa. Cuando Pedro fue levantado de su caída pudo decirle a los judíos: “Ustedes negaron al Santo…”, Hechos 3:14 (NT-Pesh, Esp). Solo una persona totalmente perdonada y restaurada podría acusar a sus compatriotas del mismo pecado que él cometió días atrás siendo su discípulo más cercano. La noche en que Jesús fue juzgado los discípulos lo abandonaron cobardemente; pero luego se arrepintieron y tuvieron una nueva oportunidad, Lucas 22:29-30. ¿Quién no necesita una segunda oportunidad? Todos tenemos un pasado y, a pesar de eso, Dios nos ofrece un futuro.
Existen otros casos bíblicos de restauración. Cuando David se arrepintió de su pecado con Betsabé, Dios le dio una nueva oportunidad, 2º Samuel 12:13. Sin embargo, el ejemplo máximo de restauración fue el de Manasés. Su vida es un catálogo de hechos malvados que incluyeron la idolatría, la profanación del templo y el sacrificio de sus propios hijos. A pesar de su perversidad, Manasés terminó arrepintiéndose de sus pecados y Dios lo perdonó: “Manasés le rogó a Dios que lo perdonara. Se humilló tanto… que Dios escuchó su oración y lo perdonó. Además, le permitió volver… para reinar sobre Judá…”, 2º Crónicas 33:12-13 (TLA). Si Dios pudo perdonar a Manasés, con seguridad puede perdonar a cualquiera que como él se humille y se arrepienta. Hasta la hora de la muerte nadie está fuera del alcance del perdón de Dios. Pero cuidado. Dios no nos levanta para que tomemos a la ligera el pecado una vez más. Recuerda lo que Jesús le dijo a la mujer perdonada de adulterio: “Vete y no peques más”, Juan 8:11. Valoremos la oportunidad que Dios nos da. Si hemos de ser perdonados, aceptados y restaurados nuevamente a la comunión con Dios debemos ser agradecidos viviendo una vida recta y digna de aquel que nos llamó.
Regresemos con el patriarca de la fe. Dios lo pidió que abandonara su parentela idólatra, pero él emprendió el viaje de la fe llevándose a su padre Taré y a su sobrino Lot. Los lazos familiares retrasaron su llamado y pusieron en riesgo su destino profético. Taré lo demoró en la marcha hasta que murió en Harán. Por su parte, Lot lo acompañó un tiempo más pero después “los afanes de este siglo y… las codicias de otras cosas” (Marcos 4:19) conquistaron su corazón arrastrándolo a Sodoma, la ciudad del pecado. Lot es el prototipo de personas que siguen al Señor pero solo por una temporada y generalmente inspirados por la fe de otras personas. Esa es la razón por la que no superan la prueba del tiempo y terminan alejándose de Dios. No se puede vivir por mucho tiempo de una fe prestada. Necesitamos desarrollar una relación íntima con Dios, de lo contrario las cosas temporales de esta vida ahogarán nuestra comunión con el Señor. Sin un llamado claro y sin una relación diaria con Dios todo se desvanecerá. Evaluemos nuestro servicio. ¿Lo que hacemos es lo que Dios nos pidió? ¿Es el resultado de una fe auténtica? Abraham fue una inspiración para Lot hasta que conoció Sodoma. Y entonces las aguas de la mundanalidad arrojaron a Lot bien lejos de Dios y ni siquiera la poderosa fe del Padre de la fe pudo hacerlo volver.
Aprendamos algunas lecciones espirituales:
1. La incredulidad nos aleja de nuestro propósito. Durante todo el tiempo en que Abraham estuvo en Harán y en Egipto Dios nunca se le reveló. Para que nuestro destino de gloria no esté comprometido debemos estar en el centro de la voluntad de Dios.
2. Lejos de Dios nuestros sentidos espirituales se atrofian. Lot terminó sus días en la más absoluta pobreza y en una relación incestuosa con sus hijas, Génesis 19:30-36. ¿Cómo es posible que un hombre justo como Lot tuviera un final tan horrendo? La respuesta está en la palabra influencia. Lot dejó a su tío para vivir en Sodoma, Génesis 14:11-12. La influencia de esta ciudad cruel e infame lo devoró. Con quien nos asociamos es determinante para nuestro futuro. Generalmente nos parecemos a aquellos con quienes pasamos tiempo. “El que con sabios anda, sabio se vuelve; el que con necios se junta, saldrá mal parado”, Proverbios 13:20 (NVI). Si quieres tener éxito en el cumplimiento de los propósitos que Dios te ha dado dedica más tiempo a estar con personas que sean una influencia positiva. ¿Con quién compartes tu tiempo? ¿Quiénes son tus amigos más cercanos? ¿Qué es lo que estas personas te están diciendo? ¿Qué es lo que te invitan a escuchar, leer, pensar y hacer?
3. Deja que Dios escoja tu destino. Lot escogió las llanuras de Sodoma, mientras que Abraham dejó que Dios eligiera por Él su herencia. Y Dios no lo defraudó. “Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado”, Salmo 16:6. Si Lot hubiera dejado que Dios eligiera por él seguramente no le hubiera dado un lugar que luego destruiría. Lo que sedujo a Lot de Sodoma no era su espiritualidad sino las cosas terrenales, pasajeras y temporales. En Sodoma no había altar, ni revelación. Lot escogió las mejores tierras, pero sin la bendición de Dios. La decisión de apartarse de Abraham y acercarse a Sodoma desató enormes perjuicios para su vida, su patrimonio, su futuro y el de su familia. ¡Qué diferencia con Abraham!, quien encontró su todo solamente en Dios. “Qué grande es la bondad que has reservado para los que te temen. La derramas en abundancia sobre los que acuden a ti en busca de protección, y los bendices ante la mirada del mundo”, Salmo 31:19 (NTV).
4. Asociarse con gente espiritual es una señal de sabiduría. Cuando Lot andaba con Abraham era rico, Génesis 13:2-5. Sin embargo terminó en la miseria más absoluta. ¿Qué hizo de malo? Dejó al hombre de la unción productiva. Cuando estaba cerca de su tío, a Lot todo le salía bien. La debacle comenzó el día en que abandonó a Abraham para ir a Sodoma. Lot no tenía capacidad para generar riquezas. El productivo era Abraham, y esa bendición lo alcanzaba. Dondequiera que haya una persona en la que fluya unción y capacidad productiva pégate a ella y su bendición fluirá hacia ti. Es fundamental replantearnos con quién caminamos y con quién caminaremos el resto de la vida. Los conquistadores no caminan solos, eligen con quienes caminar. A veces las unciones no son todas nuestras, otros las tienen. Si Lot hubiera permanecido con Abraham no hubiera terminado su vida como lo hizo. Si caminamos en cercanía de personas que aman a Dios nosotros también lo amaremos y la unción de ellos fluirá hacia nosotros. Así fue con Moisés y Josué, con Elías y Eliseo, con Jesús y sus discípulos. Y así sucederá contigo si te pegas a gente espiritual. Cuando los mentores prosperan, los mentoreados también lo hacen. Por todo lo dicho: ¡reconoce a tu ‘Abraham’ y pégate a él! Su unción fluirá hacia ti.