El poder de la fe 04/12/22 #1225
Episode 246, Dec 04, 2022, 08:01 PM
1225. Pastor José Luis Cinalli – 04/12/2022
El poder de la fe
“En la batalla… sobre todo… precisarán… el escudo de la fe, para detener… y apagar todos los dardos de fuego que arroja Satanás”, Efesios 6:16 (NT-BAD, RV60).
La fe es suficiente para detener y apagar las flechas incendiadas que nos arroja Satanás. ¿Cuáles son esas flechas? ¡Las tentaciones! El escudo de la fe es capaz de protegernos de cualquier dardo del maligno. Nos defiende no solo de las tentaciones normales sino de las más mortíferas que tenga el diablo en su aljaba. ¡Si no descuidas el escudo de la fe, el diablo no tendrá posibilidades contigo!
La fe es suficiente para detener y apagar las flechas incendiadas que nos arroja Satanás. ¿Cuáles son esas flechas? ¡Las tentaciones! El escudo de la fe es capaz de protegernos de cualquier dardo del maligno. Nos defiende no solo de las tentaciones normales sino de las más mortíferas que tenga el diablo en su aljaba. ¡Si no descuidas el escudo de la fe, el diablo no tendrá posibilidades contigo!
¿Por qué Pablo llama flechas a las tentaciones?:
1) Por su velocidad: “… Sus flechas volarán como rayos”, Zacarías 9:14 (NTV). Las tentaciones diabólicas vuelan como relámpagos. Llegan a nuestra vida de repente. Satanás no necesita más que un instante para enviar una tentación. David mira a Betsabé, y la saeta diabólica del adulterio se clava en su corazón antes de que pueda apartar la mirada. Los siervos anuncian el agravio de Nabal y la saeta de la ira se clava en el corazón de David. Y si una tentación no hiere, Satanás manda otra enseguida; ni bien se dispara la flecha, el astuto arquero coloca otro en la cuerda.
1) Por su velocidad: “… Sus flechas volarán como rayos”, Zacarías 9:14 (NTV). Las tentaciones diabólicas vuelan como relámpagos. Llegan a nuestra vida de repente. Satanás no necesita más que un instante para enviar una tentación. David mira a Betsabé, y la saeta diabólica del adulterio se clava en su corazón antes de que pueda apartar la mirada. Los siervos anuncian el agravio de Nabal y la saeta de la ira se clava en el corazón de David. Y si una tentación no hiere, Satanás manda otra enseguida; ni bien se dispara la flecha, el astuto arquero coloca otro en la cuerda.
2) Por su clandestinidad. La tentación se acerca imperceptiblemente. El ladrón entra antes que pensemos en cerrar las puertas. El enemigo dice: “… Les caeremos por sorpresa…”, Nehemías 4:11 (NVI). “Se pone al acecho… para matar a escondidas al inocente…. escondido como león en su guarida… para atrapar al humilde; lo atrapa y lo arrastra en su red”, Salmo 10:8-9 (BDA2010). Las flechas del diablo vienen de tan lejos que no sabemos quién las disparó: “Tiran a ocultas… ¡disparan sin que nadie se lo espere!”, Salmo 64:4 (BLA, TLA). La tentación viene del lugar que menos imaginamos. ¿Quién habría sospechado que Abraham sería el instrumento de Satanás para incitar a su esposa al pecado de la mentira? Incluso más, el diablo es tan taimado que tira sus flechas y nos hace creer que fueron enviadas por Dios. Job estaba convencido que era Dios quien le arrojaba flechas envenenadas cuando en realidad era el diablo: “El Todopoderoso me ha derribado con sus flechas; y el veneno de ellas infecta mi espíritu…”, Job 6:4 (NTV).
El diablo arroja flechas incendiadas que se incrustan en un corazón que no está congelado sino que arde de pasión por lo prohibido. Es como una chispa en un campo seco, rápidamente arde en llamas. Nuestro corazón está inclinado al mal y una chispita del diablo lo incendia en un rato. Satanás arroja la tentación, pero el pecado se nos cobra a nosotros: “Uno es tentado cuando se deja llevar por un mal deseo que lo atrae y lo seduce. Luego, el deseo malo da a luz el pecado, y el pecado, una vez que ha crecido, conduce a la muerte”, Santiago 1:14-15 (PDT). El diablo tienta, pero es nuestra concupiscencia la que nos atrae. El cazador pone la red, pero es el deseo de la propia ave la que la lleva a caer en la trampa. Somos muy vulnerables al fuego de los dardos de Satanás: “Sin leña se apaga el fuego”, Proverbios 26:20. Cristo extinguió los dardos de fuego que Satanás le arrojaba en el desierto. No encontró combustible de corrupción en Él. Pero nuestros corazones están calientes desde que Adán y Eva pecaron y todavía no se han enfriado.
La Biblia compara el corazón humano con un horno: “Todos ellos están listos para cometer adulterio. Son como el horno de un panadero que cada vez se calienta más”, Oseas 7:4 (PDT). El corazón humano es el horno, el diablo es el hornero o panadero y la tentación es el fuego que lo calienta. David dijo: “… Estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas”, Salmo 57:4. ¿Y quién las enciende? “El infierno”, Santiago 3:6. Cuando el corazón arde con la tentación es difícil apagar ese fuego, aun para un hijo de la gracia. David bajo el poder de una tentación evidente fue responsable de la muerte de 70.000 personas. Qué precio tan alto para un solo pecado. El alma poseída por las llamas de la tentación corre presurosa a la boca de la muerte y del infierno. Necesitamos cubrirnos con el escudo de la fe para apagar el corazón encendido por las tentaciones del diablo. ¡Aléjate de los blancos de tentación! Si Satanás logra cautivarnos con sus fascinantes y dulces tentaciones pronto nos sentiremos aturdidos y, un pecado nos llevará a otro, hasta que nos destruya por completo. La Escritura nos amonesta a que no seamos orgullosos en nuestras decisiones para vencer la tentación: “El que piensa estar firme, mire que no caiga”, 1ª Corintios 10:12. Muchas tentaciones son comunes a todos, pues el diablo no es creativo: “pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida”, 1ª Corintios 10:13. Recuérdalo siempre: ¡Dios abre una vía de escape solo por el poder de la fe!
3) Por su poder. Las flechas del maligno hieren y matan. Las tentaciones de Satanás son así: están apuntadas con malicia mortal, y tensadas con una fuerza sobrenatural. Si Dios no nos proporcionara una buena armadura, nos sería imposible resistir el poder del diablo y llegar a salvo al cielo. Jesús quiere que seamos conscientes de la fuerza de los ataques seductores del diablo, porque nos enseña a pedir al Padre: “No nos hagas entrar… en tentación, más líbranos del malo… del maligno”, Lucas 11:2-4 (NT Peshitta; RV 1909; NT-NV). Sin el escudo de la fe el diablo puede vencer al santo más fuerte. No te hagas el fuerte si no estás afirmado en Cristo. El diablo ha logrado engañar a todos los seres que han vivido en este mundo exceptuando, por supuesto, a Cristo. El mismo Job de quién Dios dijo que era “perfecto y recto” (Job 1:1) fue gravemente herido por los dardos de Satanás. Pero Dios fue fiel que lo rescató de sus garras y le trajo sanidad y restauración.
El error más grande que cometemos es no pedirle a Dios protección espiritual. La voluntad del Señor es que oremos para no “entrar… en tentación”; es decir, para no caer en la jaula del “maligno”, Lucas 11:4 (NT-NV). En el monte de los Olivos Jesús le dijo a sus discípulos que debían orar para “no entrar en tentación”, Lucas 22:40 (NT Peshitta). Ellos despreciaron su recomendación y se ligaron una fuerte reprimenda: “… ¿Por qué están durmiendo?... ¡Levántense! Pídanle a Dios que no los deje caer en tentación”, Lucas 22:46 (DHH; NT-BAD). Después de la muerte de Jesús los apóstoles entendieron la importancia de orar para ser protegidos de los engaños satánicos. El apóstol Pedro dijo: “… Estad en continua vela… ¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar…”, 1ª Pedro 5:8 (ORO, NTV). Pablo dijo: “Lleven con ustedes todas las armas de Dios para que puedan resistir… los engaños del diablo”, Efesios 6:11 (BLA y BNP). Jesús, Pedro y Pablo nos enseñaron a orar por protección contra los embates del diablo. ¿Quién hace ese tipo de oración hoy en día? ¿Quién tiene la constancia de orar, pidiéndole a Dios protección espiritual? La Biblia dice que las tentaciones y los engaños del diablo son como dardos de fuego que si no se apagan llevan a la persona al fuego del infierno. ¡Hay una chispa infernal en cada tentación!
Jesús creyó de importancia capital que oremos pidiendo protección contra los ataques satánicos porque sabe que el diablo es muy astuto y nosotros muy influenciables a sus artilugios. Ahora bien, si Jesús nos ordenó orar pidiendo la protección de Dios, ¿por qué no lo hacemos? ¿Por qué no le pedimos a Dios que nos preserve de la trampa de Satanás, con la misma insistencia con la que le pedimos por nuestras necesidades? ¿Sabes por qué? Porque subestimamos la capacidad que Satanás tiene para embaucarnos. El diablo nos conoce muy bien. Sabe exactamente cómo actuar para hacernos caer. Ha estado vigilándonos. Ha revisado los fósiles de nuestra vieja naturaleza y conoce la disposición de nuestro corazón. ¡Vigila, ora y ten cuidado con los hechizos del diablo! No bebas de su copa porque está envenenada, ni la mires porque brilla tentadoramente. Lo que bebes con dulzura lo vomitarás con hiel y amargura. Sacúdete de las habladurías del diablo. No le prestes tu oído porque pronto estarás en su jaula. Por otra parte busca ayuda cuando estés bajo presión. Satanás te convencerá de que no es necesario. Te dirá que eres lo suficientemente fuerte como para enfrentar tú solo la tentación, y además te hará pensar en la reputación, la buena imagen y las cosas que perderás si tus hermanos se enteran de tus debilidades. El enemigo te empujará al silencio y, si guardas tus secretos, te perderás dos grandes bendiciones: el consejo de tus hermanos y también sus oraciones. Alístate con el escudo de la fe y estarás protegido contra toda asechanza diabólica.