El ayuno que da poder a tu ministerio 28/3/2021 #1137
Episode 140, Mar 29, 2021, 12:08 PM
Pastor José Luis Cinalli
28/3/2021
28/3/2021
El ayuno que da poder a tu ministerio
“… Jesús, lleno del Espíritu… regresó del río Jordán. Y el Espíritu lo llevó al desierto, donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días. Jesús no comió nada en todo ese tiempo…”, Lucas 4:1-2 (NTV).
Jesús fue lleno del Espíritu Santo el día de su bautismo (Lucas 3:21-22) y lleno del Espíritu se internó en el desierto para estar con Dios durante cuarenta días, Lucas 4:1. Ahora bien, la Biblia dice que del desierto “… regresó… lleno del poder del Espíritu Santo”, Lucas 4:14 (NTV). Entró “lleno del Espíritu Santo” y salió “lleno del poder del Espíritu Santo”. El apóstol Pedro dijo: “… A Jesús, Dios lo llenó del Espíritu Santo y de poder…”, Hechos 10:38 (PDT). Nuestro desafío es vivir y servir a Dios en el poder del Espíritu de la misma manera que lo hizo Jesús y los profetas del A.T. Miqueas dijo: “… Estoy lleno del espíritu del Señor y lleno de… poder…”, Miqueas 3:8 (PDT). De Esteban se dijo que estaba “lleno del Espíritu Santo” (Hechos 7:55) y “lleno de poder”, Hechos 6:8. Y lo mismo sucedió con los apóstoles. Jesús les dijo: “… Cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, recibirán poder…”, Hechos 1:8 (NT-BAD). Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre ser llenos del Espíritu y ser llenos del poder del Espíritu? La efectividad en el ministerio: “… Cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, recibirán poder para proclamar con efectividad mi muerte y resurrección…”, Hechos 1:8 (NT-BAD). Y eso fue lo que sucedió. Los discípulos tuvieron un ministerio explosivo y lleno de fuego. Obtuvieron resultados extraordinarios. En el día de Pentecostés tres mil personas se convirtieron (Hechos 2:41) y varios días después se dice que la membresía era de 5.000 hombres sin contar mujeres y niños, Hechos 4:4. La iglesia creció vertiginosa y exponencialmente. Ciudades enteras conocieron el efecto transformador del evangelio. El imperio más grande y poderoso de entonces fue sacudido por Dios en pocos años. El secreto de semejante efectividad era el poder del Espíritu Santo obrando en la vida de los primeros cristianos. La iglesia de hoy necesita ese mismo poder si quiere ser efectiva en la misión que Dios le confió. ¡La ausencia de resultados extraordinarios es la consecuencia de hacer misión sin el poder de Dios!
Ahora bien el poder del Espíritu está a nuestro alcance porque Dios lo ha prometido: “… Esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos los que nuestro Dios quiera salvar en otras partes del mundo”, Hechos 2:39 (TLA). “Pronto enviaré sobre ustedes al Espíritu Santo, tal como lo prometió el Padre. No salgan… a proclamar el mensaje… hasta que descienda el Espíritu Santo y los llene con poder de lo alto”, Lucas 24:49 (NT-BAD). La promesa del Espíritu Santo es una promesa de poder. Pero cuidado, el poder que Jesús promete no es para exaltarnos o alimentar nuestro ego haciéndonos inalcanzables o inaccesibles. No es poder que nos dignifica sino poder para ser humildes, vencer la tentación y el pecado y por sobre todo para ser efectivos en la predicación: “Recibirán poder para proclamar con efectividad…”, Hechos 1:8 (NT-BAD). Entonces ya que el poder del Espíritu es indispensable para tener ministerios productivos lo que necesitamos saber ahora es cómo obtener ese poder. La respuesta es sencilla: ¡retiro, ayuno y oración! Eso fue lo que hizo Jesús. Fue al desierto y derrotó al diablo. Jesús empleó las indestructibles armas espirituales del retiro, la oración y el ayuno para deshacerse de las fuerzas de maldad que condicionaban su ministerio terrenal. Lo mismo hizo Elías quien se internó en el desierto y después de cuarenta días de oración y ayuno acabó con el espíritu de temor que lo atormentaba, 1º Reyes 19:2-3. Entró al desierto lleno de temor y salió lleno del poder de Dios para enfrentar nuevamente a la casa de Acab. El desierto y el ayuno le dieron una nueva unción ministerial. ¿Existe alguna fuerza de maldad que se ha apoderado de tu vida, familia o ministerio? Derrótala con las mismas armas que utilizaron Jesús y Elías: retiro, oración y ayuno.
El secreto para tener una vida, familia y ministerio bendecido es destruir primero para construir después. Para edificar bien necesitamos desatar los nudos espirituales y destruir aquellas cosas que tienen el potencial de impedir la bendición. Necesitamos santificarnos. El Espíritu Santo es el único que puede ayudarnos en este sentido y recibiremos su ayuda si nos entregamos a la oración y el ayuno en un tiempo de retiro espiritual. Eso fue lo que hizo Jesús. Comenzó su ministerio público en oración y ayuno. Pero ¿quién sigue su ejemplo hoy en día? ¿Quién comienza un nuevo proyecto ministerial en retiro, oración y ayuno? ¿Quién ayuna antes de tomar una decisión importante como emprender un trabajo o cambiar de residencia, o más importante todavía, emprender un proyecto de vida junto a otra persona? No es de extrañar que tengamos vidas sin presencia y ministerios sin poder. Este concepto de derribar primero para reedificar después es bíblico. El apóstol Pablo dijo: “Las armas con las que luchamos… tienen el poder de Dios para destruir las fortalezas del enemigo…”, 2ª Corintios 10:4 (PDT). Cuando Dios llamó al profeta Jeremías le dijo: “Mira que te he puesto en este día… para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar”, Jeremías 1:10. Advierte la secuencia: primero arrancar y derribar y luego edificar y plantar. Nosotros no seguimos el modelo bíblico. Al contrario, edificamos sobe el pecado. El agricultor ara la tierra antes de sembrarla y el constructor limpia el terreno antes de edificar un edificio pero nosotros somos los únicos que edificamos sin haber limpiado espiritualmente el terreno. Recuerda que el pecado es la autorización que el diablo tiene para robarnos. La maldición en la que estamos no se romperá y el diablo no se irá a menos que cerremos la puerta del pecado. Una vez conocí a un líder que en sus tiempos mozos había tenido una aventura con una chica que no era su novia. Según él fue ‘algo pasajero’. Veinte años después supo que tenía una hija producto de aquella relación y ahora sus hijos no le hablaban y su esposa quería divorciarse. El diablo se presentó dos décadas después, cuando su ministerio estaba en pleno auge. Una vieja cuenta sin saldar y el acusador que reclamaba derechos sacudiendo la factura en su mano. El hombre nunca saldó su cuenta y el diablo nunca se olvidó de ella. La puerta del pecado estaba abierta. No creas que el tiempo por sí solo cierra la puerta y echa al diablo de nuestra casa. La puerta se cierra únicamente con confesión y arrepentimiento. Cierra todas las puertas abiertas. Salda todas tus cuentas. Arregla todo tu pasado. Utiliza las indestructibles armas del retiro, la oración y el ayuno pidiéndole a Dios que te guie en este proceso de limpieza y purificación. Si la maldición no se rompe la bendición no llega.
Piensa en tu matrimonio. ¿Cómo nació? ¿Edificaron la relación sobre la base de la impureza sexual? Entonces tu matrimonio no tiene futuro a menos que saldes esa deuda pendiente. Supongamos que comenzó bien pero luego hubo infidelidad. Tu matrimonio tiene los días contados a menos que se rompa la factura impaga mediante el arrepentimiento y la confesión. Pero cuidado porque la confesión se hace a Dios y a todos aquellos a quienes se perjudicó. Es muy común encontrar creyentes y aun líderes que creen que solo deben confesar sus pecados a Dios. Error, si tu pecado afectó a otras personas también a ellas debes confesárselos: “Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos.”, Santiago 5:16 (NTV) Sin confesión y arrepentimiento no hay restauración. Algunos creen que si confiesan se echará todo a perder. ¡Ya está todo perdido! La maldición no se rompe con el paso del tiempo sino con la confesión de los pecados. Y recuerda que no solo la persona que pecó sufre las consecuencias. No importa quién le abrió la puerta al diablo en tu casa él les robará a todos por igual. Toma coraje y enfrenta la situación. Si tuviste la osadía de pecar también debes tenerla para pedir perdón. Será un acto profético que romperá con las fuerzas del mal que atan tu vida y tu familia y liberará un poder sin igual, el poder para volver a edificar pero ahora bajo la guía y la unción de Dios. Una cosa más. Prepara ese acto profético de confesión con oración y ayuno. Sin ayuno la fortaleza no se rompe, la maldición no se quiebra y el diablo no se va. El ayuno te da el poder para derribar las fuerzas del mal y la obediencia a Dios te da el poder para edificar nuevamente. Cualquier área de tu vida o cualquier persona que esté bajo el dominio de Satanás pueden ser libres si oras y ayunas. Si Jesús ayunó para recuperar la autoridad que el diablo tenía sobre el ser humano sería perfectamente viable que ayunemos para recuperar aquellas cosas de nuestra vida, familia o ministerio que están bajo la influencia del mal. No te conformes con ver que el diablo te roba lo que Dios te ha dado. No te conformes con ver a tu familia bajo un manto de oscuridad permanente. No aceptes el hecho de que tu esposo nunca se convertirá. No te resignes a la idea de que tu economía nunca saldrá adelante. Dios te ha sentado en los lugares celestiales, por lo tanto enfrenta este día con la plena convicción de que el infierno no tiene ninguna autoridad sobre tu vida. Cristo es tu protección y tu auténtica fuente de poder. ¡Bienvenido a un tiempo de prosperidad integral y nuevos comienzos!