Israel: donde todo comenzó III 29/12/19 (#1072)

Episode 74,   Dec 30, 2019, 12:50 AM

Pastor José Luis Cinalli
 29/12/19
Israel: donde todo comenzó III
 
Jerusalén
El Monte del Templo como también se le llama, es donde Abraham preparó el sacrificio de su hijo Isaac. El árido terreno que David adquirió del jebuseo Arauna para construir el Templo estaba en este lugar y fue aquí donde el Rey Salomón construyó el Primer Templo, destruido por los babilonios en el 586 AC. Los exiliados que retornaron a Sion fundaron el Segundo Templo en el mismo solar, en el año 536 AC. Unos 500 años más tarde, Herodes expandió el monte y reconstruyó el templo. El edificio de Herodes, que se hizo famoso por su majestuosidad y esplendor, fue destruido por los romanos en el año 70 DC. Aproximadamente 600 años después los musulmanes renovaron el complejo, sus muros y puertas y construyeron allí sus mezquitas. Cabe destacar que la cima del Monte del Templo es más baja que las que la rodean y alcanza sólo una altitud de 743 metros sobre el nivel del mar.
 
Para los musulmanes este es el tercer lugar sagrado más importante de su religión al ser el sitio donde el profeta Mahoma subió al cielo en el 621. En este punto se encuentra la gran roca de la ascensión, protegida por el espectacular edificio de la Cúpula de la Roca, uno de los lugares que ver en Jerusalén más bonitos. Este templo junto a la Mezquita de Al-Aqsa se construyó según los judíos encima de los cimientos del Primer Templo, de ahí el origen de todos los problemas.
 
Abraham parte de Beerseba con Isaac para sacrificarlo en el monte Moriah (100 kilómetros), donde está la explanada del templo en Jerusalén: “Toma a tu hijo… Isaac, a quien tanto amas y vete a la tierra de Moriah. Allí lo sacrificarás como ofrenda quemada sobre uno de los montes, uno que yo te mostraré”, Génesis 22:2 (NTV). En ese lugar David compró un lugar para edificar después el templo. David pecó censando al pueblo. Dios lo va a castigar y le presenta tres opciones. David eligió caer en las manos del Señor y hubo tres días de plaga. El ángel de la muerte fue visto por David en el campo de trillar de Arauna Jebuseo, 2º Samuel 24:17. “Ese día, Gad fue a ver a David y le dijo: “Sube y edifica un altar al SEÑOR en el campo de trillar de Arauna el jebuseo”. Así que David subió para hacer lo que el SEÑOR le había ordenado”, 2º Samuel 24:18-19 (NTV). David compró esa tierra y allí ordenó a Salomón construir el templo: “Salomón comenzó a construir el templo del SEÑOR en Jerusalén en el monte Moriah, donde el SEÑOR se le había aparecido a David, su padre. El templo se construyó en el campo de trillar de Arauna el jebuseo; el sitio que David había elegido”, 2ª Crónicas 3:1 (NTV).
 
Quiero invitarte a realizar un viaje imaginario a través del tiempo. Vayamos al Gólgota y contemplemos lo que sucedió hace dos mil años. Enfócate especialmente en aquel que está crucificado en medio de los malhechores. Míralo por un instante y piensa en las palabras que pronunciara Pilato al pueblo: “he aquí el hombre”, Juan 19:5. ¿Qué ves? Hay dos cosas que yo veo parado frente a esa cruz:
 
1.      El gran poder que tiene el pecado. Si levantas la vista y solo ves a un hombre ensangrentado y dolorido entonces no estás viendo cómo deberías porque de lo contrario verías también los efectos de la malignidad del pecado. El pecado es cosa seria. Clavó a Jesús en la cruz y rompió la intimidad que tenía con el Padre. Lo que no pudieron los principales líderes religiosos, lo que no pudo Satanás con todos sus demonios lo logró el pecado. Cuarenta días de tentación en el desierto no pudieron hacer que el diablo alejara a Jesús de su Padre, pero el pecado sí lo hizo. Tengamos cuidado con pensar ligeramente acerca del pecado. Pablo dijo: “Podemos ver qué terrible es el pecado”, Romanos 7:13 (NTV). No subestimes el pecado. La serpiente dijo: “¡No morirán!”. El diablo utiliza la misma mentira para hacernos creer que si desobedecemos no moriremos espiritualmente. Sin embargo, el Señor ha sido categórico: el pecado mata la comunión con Dios, sepulta nuestra vida espiritual: “Esta es mi regla (dijo Dios) la persona que peque es la que morirá”, Ezequiel 18:4 y 20 (NTV). “La paga que deja el pecado es la muerte”, Romanos 6:23 (NTV). El gran error de Eva fue escuchar la serpiente. Aprendamos de Jesús y los apóstoles quienes nunca dialogaron con los demonios. Recuerda que la consecuencia más grave del pecado es que aleja a Dios de nuestras vidas y con Él también su bendición.  
 
2.      El gran amor que tiene Dios. La cruz revela el gran amor de Dios ya que Cristo es el remedio para el pecado. “¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado…? ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor, Romanos 7:24-25 (NTV). El pecado es muy grave y el remedio es muy costoso. No hay otro lugar sino en la cruz donde puede verse la amplitud de la benignidad del amor de Dios. Es cierto que la creación nos habla del amor de Dios. Es cierto que las estrellas, si pudiéramos leerlas bien, dicen amor. Es cierto que si pudiéramos interpretar el lenguaje de la lluvia al caer oiríamos murmurar amor. Pero si queremos conocer la altura, la profundidad, la longitud y la anchura del amor de Dios acudamos con toda prisa a la cruz del Calvario. ¡Oh que gloriosa es esa cruz!
 

Getsemaní
 
“Llegó Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: "Siéntense aquí, mientras yo voy más allá a orar... Fue un poco más adelante y, postrándose hasta tocar la tierra con su cara, oró así: "Padre, si es posible, que esta copa se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. Volvió donde sus discípulos, los halló dormidos; y dijo a Pedro: “¿De modo que no pudieron permanecer despiertos ni una hora conmigo?”... De nuevo se apartó por segunda vez a orar: “Padre, si esta copa no puede ser apartada de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad. Volvió otra vez donde los discípulos y los encontró dormidos, pues se les cerraban los ojos de sueño. Los dejó, pues, y fue de nuevo a orar por tercera vez repitiendo las mismas palabras. Entonces volvió donde los discípulos y les dijo: "¡Ahora pueden dormir y descansar! Ha llegado la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores”, Mateo 26:36-45 (BL95).
 
Jesús oró tantas veces como fuera necesario para conocer la voluntad del Padre. 
 
Cuando Jesús ingresa al Getsemaní “la copa” parecía ser algo dudoso, pero cuando se retira del huerto estaba convencido acerca de la voluntad de Dios. Al ingresar dijo: “Si es posible pasa de mí esta copa, Mateo 26:39. Sin embargo, cuando Pedro sacó su espada y corta la oreja del siervo del sumo sacerdote, él dijo. “Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?, Juan 18:11.
 
Jesús oró tres veces la misma oración. No se rindió hasta que encontró la respuesta. La perseverancia con la que Él buscó el conocimiento de Dios por medio de la oración debería ser nuestro ejemplo. 
 
Pablo sufría de algo grave en su cuerpo, 2ª Corintios 12:7. Le pidió a Dios tres veces ser librado de ese aguijón pero el Señor le dijo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”, 2ª Corintios 12:9. Pablo oró hasta que obtuvo una respuesta. Dios no le quitó el sufrimiento pero le dio una palabra y eso era todo. Ora y ora todo el tiempo que necesites hasta que encuentres su voluntad.  
 
Recordemos que la prisa no debe ocupar ningún lugar ni en la fe ni en la oración. La fe soporta el tiempo. No podemos orar sólo dos o tres veces y luego darnos por vencidos. La oración es como colocar tarjetas con nombres escritos en una balanza. Usted pone una pesa de un kilogramo en un plato de la balanza y va poniendo tarjetas una tras otra en el otro plato. Cuando usted tira la primera tarjeta, ésta no puede levantar la pesa de un kilo. Se van colocando tarjeta tras tarjeta, pero la balanza no se mueve. Entonces, quizás en el mismo momento en que tira usted la última tarjeta, el brazo de la balanza que se encuentra en el lado opuesto al fin se levanta. Así sucede con la oración. Quizás ésa sea su última oración... y entonces viene la respuesta". 
 
Jesús y Pablo tuvieron que orar tres veces para encontrar una respuesta. Quizás tú tengas que orar aún más. La clave es perseverar. No debes abandonar. ¿Eres de los que se rinden demasiado pronto cuando Dios no contesta tus oraciones? Si eres perezoso en las disciplinas espirituales tienes muy pocas esperanzas de llegar a conocer a Dios.  
 
El Getsemaní era el lugar preferido por Jesús para orar y un lugar donde solía ir en sus momentos más difíciles. ¿Qué significó para Él este lugar sagrado?
 
1.      Un lugar para derramar su tristeza. Jesús llegó al Getsemaní con una profunda tristeza. El templo estab bajo el dominio satánico. Satanás había entrado en el corazón de Judas, Lucas 22:3. Los discípulos se peleaban por el liderazgo de Jesús, Lucas 22:24. Pedro lo negaría con juramentos y maldiciones y el resto de los discípulos lo abandonaría. El único lugar que escogió Jesús para encontrar consuelo en su hora de mayor dolor fue el Getsemaní. ¿Conoces ese bendito lugar? ¿Acostumbras derramar tus lágrimas y tristezas en la presencia de Dios? ¡Deberías! 
 
2.      Un lugar de preguntas. Hay ocasiones en las que hacer la voluntad de Dios DUELE. Dios le pidió a Abraham que sacrificara su hijo. Debe haber sido difícil para este padre entender qué es lo que Dios quería cuando le pedía algo que Él mismo le había regalado. Hay momentos en los que no entendemos lo que Dios nos está pidiendo y no está mal ir al Getsemaní, hacer algunas preguntas y pedirle a Dios que nos muestre cuál es su bendita voluntad. ¿Has llegado a un estado en la vida ministerial, pastoral o laboral en la que necesitas un refugio donde derramar tu corazón? 
 
3.      Un lugar íntimo. Jesús transformó su Getsemaní en un lugar íntimo. Eligió tres amigos de oración y volcó su tristeza: “Mi alma está triste hasta la muerte”. No hay cosa más terrible que la soledad. Jesús no quería estar solo. Aun cuando esos íntimos no puedan resolver el problema. Los tres que acompañaron a Jesús no podían darle alternativas. Con toda probabilidad Jesús no buscaba eso pero hacen falta los amigos cercanos de oración.
 
Qué cosa curiosa, tenemos amigos con los que viajamos, vacacionamos, comemos, jugamos al fútbol y charlamos. Pero, ¿cuántos de ellos son amigos de oración? Piénsalo así: ¿cuánto tiempo pasan juntos orando? Jesús los llevó al Getsemaní y les dijo: “oren”, Lucas 22:40. El Getsemaní no es un lugar para charlar de ‘bueyes perdidos’. Nada de eso, en ese bendito lugar se comparten las cargas y se ora en unidad. La enorme resistencia que tenemos para orar juntos es la evidencia más concluyente de los grandes resultados que produce. Búscate un compañero de oración y oren. 
 
¿Dónde vas cuando estás angustiado y abatido? Si en el Getsemaní Jesús encontró la fortaleza que necesitaba para enfrentar la muerte también nosotros encontraremos en ese bendito lugar las fuerzas necesarias para ponernos de pie ante cualquier desafío que la vida nos presente. El que estaba arrodillado en su angustia se puso en pie. Nota el cambio en el lenguaje. “Mi alma esta angustiada hasta la muerte”. Y ahora de pie dice: “¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!”, Mateo 26:46 (NVI). El que comenzó quebrado se puso en pie, listo para enfrentar lo que viniera.