Israel: donde todo comenzó II 22/12/19 (#1071)
Episode 73, Dec 23, 2019, 01:29 AM
Israel: donde todo comenzó II
Río Jordán
¿Qué es lo que sucedió en este río? Jesús fue bautizado, el Padre habló audiblemente y el Espíritu Santo descendió: “Una voz desde el cielo dijo: “Este es mi hijo amado con quien estoy muy contento’”, Mateo 3:17 (PDT). En el monte de la transfiguración también se escuchó la voz del Padre: “... Desde la nube, una voz dijo: “Éste es mi Hijo muy amado, quien me da gran gozo...’”, Mateo 17:5 (NTV).
En el río Jordán sucedieron cosas que nos dejan varias lecciones espirituales:
1. Dios el Padre habló audiblemente. Dios hizo público el amor que le tenía a su hijo más de una vez. Estos fueron momentos de aprobación y afirmación para Jesús, aunque Él siempre fue consciente de que era amado por su Padre: “Jesús... dijo: “… Él me ama...”, Juan 5:19-20 (TLA). “Padre... me amaste desde antes de la creación del mundo”, Juan 17:24 (NVI).
2. El diablo estuvo presente en el bautismo de Jesús. ¿Cómo lo sabemos? Porque el diablo tentó a Jesús en el desierto inmediatamente después del bautismo. Y la primera tentación consistió en cuestionar la identidad de Jesús como Hijo de Dios: “Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”, Lucas 4:3. ¿Te das cuenta? El diablo utilizó la misma declaración hecha por Dios el Padre para tentar a Jesús. El diablo quería que Jesús dudara de su relación filial; lo atacó en su identidad para alejarlo del amor del Padre. La misma estrategia utiliza con nosotros para poner en duda la identidad que tenemos como hijos de Dios, redimidos, salvados por gracia, adoptados en su familia y constituido heredero junto con Cristo del reino celestial: “Ahora ya no eres un esclavo sino un hijo de Dios. Y, como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero”, Gálatas 4:7 (NTV). El diablo quería que Jesús hiciera algo grande y maravilloso para demostrar que era el Hijo de Dios. Pero Jesús no lo hizo. Jesús no tenía por qué dudar de su identidad y no tenía que hacer nada para demostrarlo. Era Hijo de Dios porque el Padre lo había declarado y punto. Y esa declaración es la misma que Dios hace cuando tú entregas tu vida a Jesús: “Pero a los que lo aceptaron y creyeron en él, les dio el derecho de ser hijos de Dios”, Juan 1:12 (PDT). Eres hijo de Dios y en el cielo hay una gran fiesta. ¡No tienes que demostrarlo, sólo tienes que creerlo!
3. Juan el Bautista desarrolló su ministerio público. “Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia... y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados”, Mateo 3:5-6. Seis meses de ministerio, ni un solo milagro y toda una región convertida al Señor. ¿Y cuál era el mensaje del bautista? “Arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a Dios…”, Mateo 3:2 (NTV). Los grandes movimientos espirituales registrados por la Biblia fueron precedidos por este tipo de mensajes, y este es el mensaje que necesitamos hoy en día si queremos ver un nuevo mover espiritual: arrepentimiento, volverse a Dios y tener fe en Jesús.
¿Cuál era el secreto del gran éxito ministerial de Juan el Bautista? El desierto. Juan venía del desierto lleno del Espíritu Santo. El gran líder Moisés nació ministerialmente en el desierto, no en Egipto. Elías, el ‘hombre fuego’ que avivó una nación estaba casi siempre escondido con Dios cerca de los arroyos. El adolescente David, que Dios levantaría para recuperar a Israel de la idolatría, vivió escondido en cuevas por más de una década. Juan el Bautista estuvo por más de veinte años formándose en el desierto y cuando salió de allí estaba completamente lleno del Espíritu Santo, como resultado, una nación fue transformada. Cuando Dios va a hacer algo importante con una persona la lleva al desierto primero. ¿Y que aprenden allí? La lección más importante de todo siervo: la dependencia de Dios. Hermanos, antes los hombres de Dios se hacían en el desierto, en la escuela del quebrantamiento y la oración. Hoy la gran mayoría de los predicadores se hacen en líneas de ensamblaje de los muchos seminarios existentes, llenos de conocimiento humano pero sin presencia, sin el carácter transformado y sin poder. Los recursos que una persona necesita para llevar a cabo la misión de Dios solo se obtienen en la escuela de Dios; entonces, si los beneficios del desierto son tan grandes dime, ¿por qué razón tratas de huir?
El desierto es el lugar preferido por Dios para formar a sus siervos. Desierto es sinónimo de sufrimiento. Pero cuidado porque hay dos clases de sufrimiento: el que viene a causa de una disciplina divina y el que se deriva del pecado. Una cosa es una prueba del Señor y otra muy diferente vivir bajos cielos cerrados. Dios nos lleva al desierto para corregirnos no para castigarnos. Se sufre, pero el cielo nunca está cerrado y la comunión nunca se interrumpe. Y algo más, al desierto se entra de la mano del Señor y se sale de su mano. La Biblia dice que Dios llevó a Jesús al desierto y cuando salió estaba lleno del Espíritu Santo. Ningún hombre ungido murió en el desierto. El desierto es disciplina, es metamorfosis, transformación; es preparación para un nuevo trabajo o ministerio. En el desierto Dios trabaja EN nosotros, cuando salimos del desierto Dios trabaja CON nosotros. José estuvo en el desierto (en la cárcel de Egipto) pero Dios estaba con Él y siempre tuvo acceso a la revelación divina, Génesis 39:21. En cambio, Saúl fue atormentado a causa del pecado y el cielo no respondió a su llamado: “Samuel le preguntó: —Saúl, ¿por qué me llamaste?... —Estoy desesperado —contestó Saúl—. Los filisteos me hacen la guerra, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde… te he llamado, para que me digas qué debo hacer. Y Samuel le dijo: —Si Dios te ha abandonado, y ahora es tu enemigo, ¿para qué me consultas?... Por haberlo desobedecido… Dios te ha quitado el reino y se lo ha dado a David. Además, los filisteos vencerán mañana a los israelitas, y tú y tus hijos morirán…”, 1º Samuel 28:15-19 (TLA). El pecado corta la relación con Dios. El acceso a su presencia y a su revelación se bloquea a causa de la desobediencia. No solo el cielo sino también la tierra está cerrada: “Arriba, los cielos se pondrán rígidos como el bronce, y abajo, la tierra se volverá dura como el hierro”, Deuteronomio 28:23 (NTV). El cielo es de bronce y la tierra de hierro, lo que significa que el cielo no responde y en la tierra no hay bendición. ¿Algo no fluye en ti? Revisa tu vida y pídele al Espíritu Santo que te muestre si la razón por la que las cosas no están fluyendo es la consecuencia de un pecado o simplemente una prueba del Señor.
Jericó
“Jesús entró en Jericó y comenzó a pasar por la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los cobradores de impuestos... y se había hecho muy rico. Zaqueo trató de mirar a Jesús pero era de poca estatura... así que se... subió a una higuera... Cuando Jesús pasó, miró a Zaqueo y lo llamó por su nombre: “¡Zaqueo!”, le dijo, “¡baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa”. Zaqueo bajó rápidamente y, lleno de entusiasmo y alegría, llevó a Jesús a su casa... Zaqueo se puso de pie delante del Señor y dijo: —Señor, daré la mitad de mi riqueza a los pobres y, si estafé a alguien con sus impuestos, le devolveré cuatro veces más. Jesús respondió: —La salvación ha venido hoy a esta casa, porque este hombre ha demostrado ser un verdadero hijo de Abraham”, Lucas 19:1-9 (NTV).
1. “Jesús entró en Jericó y comenzó a pasar por la ciudad”, Lucas 19:1 (NTV). Zaqueo fue la única persona en ese día que reconoció la gran oportunidad que estaba ‘pasando’, el resto de la ciudad no lo hizo. Algunas oportunidades no se presentan todos los días. Solo “Zaqueo salió a la calle para conocer a Jesús”, y solo “Zaqueo... llevó a Jesús a su casa”, Lucas 19:3 y 6 (NTV). Hubo miles de personas que vieron a Jesús, pero solo uno reconoció que Él era el Mesías. ¡Hay oportunidades que podrían estar delante de nuestras narices y no darnos cuenta de ellas! Ignorar una oportunidad podría costarnos demasiado. La posibilidad de conocer a Jesús y llevarlo a nuestros hogares es una de ellas. ¿Aprovecharás esa gran oportunidad?
Imagínate lo que podría suceder si decidiéramos llevar a Jesús a nuestros hogares, trabajos y colegios y lo honráramos como lo hizo Zaqueo. ¡El mundo sería totalmente diferente! Lleva a Jesús adónde vayas. No te avergüences de Él. La gloria del hombre no se compara con la recompensa del cielo. ¡Qué pena me da cuando veo que en lugar de darle la bienvenida a Dios se lo está echando de todas partes! En las escuelas no se lo tiene en cuenta, en las iglesias se lo ignora; los gobiernos le faltan el respeto mediante la promulgación de leyes vergonzosas y los medios de comunicación se burlan de Él promoviendo el libertinaje y la vida fácil.
2. Dios está más interesado en transformarnos que en condenarnos. ¿Cuál fue la reacción de Zaqueo ante la presencia de Jesús? Se arrepintió: “Pero Zaqueo dijo resueltamente: —Mira, Señor: Ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea”, Lucas 19:8 (BAD). La presencia de Dios nos confronta con nuestros pecados. Cuanto más cerca de la luz estés, más defectos verás de ti mismo y más limpio querrás estar. Donde hay presencia habrá arrepentimiento y confesión de pecados. Cuando Dios está presente las personas se autodisciplinan y arreglan sus cuentas de inmediato. Esa es la prueba viva de que Dios habita en medio de sus vidas.
Me llama la atención la recompensa a la sensibilidad espiritual de Zaqueo. “La salvación ha venido hoy a esta casa, porque este hombre ha demostrado ser un verdadero hijo de Abraham”, Lucas 19:9 (NTV). ¡No hay nada efímero en el fruto de un verdadero arrepentimiento! Un hombre se arrepiente y una familia recibe la vida eterna. En Éxodo 1:20-21 encontramos la historia de dos mujeres que decidieron honrar a Dios antes que obedecer la orden del rey. ¿Cuál fue la recompensa? ¡Dios prosperó sus familias!, Éxodo 1:21. En Hechos 10 se comenta acerca de Cornelio. El ángel le dijo: “Dios ha escuchado tus oraciones...” versículo 4 (RVC). ¿Y qué obtuvo a cambio? ¡El derramamiento del Espíritu Santo sobre toda su familia!, versículo 44.
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