El descanso eterno de los santos 06/10/19 (#1060)

Episode 62,   Oct 07, 2019, 01:26 AM

6/10/2019
El descanso eterno de los santos
 
La Biblia dice mucho acerca del cielo. Sabemos que será un lugar sin pecado porque no habrá muerte (Apocalipsis 21:4). Si no hay muerte no hay pecado porque “la paga del pecado es muerte”, Romanos 6:23. ¿Puedes imaginar un lugar sin envidias, traiciones, drogas u homicidios; un lugar donde no exista la avaricia, la hipocresía o la falta de perdón? En el cielo no habrá dolor y nadie se sentirá solo porque: “El Cordero… como pastor, los conducirá a las fuentes del agua de la vida…”, Apocalipsis 7:17 (NT-BAD).
 
1)    En el cielo el creyente estará con Dios. El mayor premio de ir al cielo será disfrutar de la presencia de Dios: “Lo verán cara a cara…”, Apocalipsis 22:4 (NVI). Un cielo sin Dios no sería cielo. Por eso Pablo dijo: “Deseo partir y estar con Cristo…”, Filipenses 1:23 (NVI). No dijo: “deseo partir y estar en el cielo”. Su anhelo era estar con Jesucristo y debería ser también el nuestro. Qué maravilla, nadie ha visto a Dios jamás (1ª Timoteo 6:16) sin embargo nosotros lo veremos; es más, viviremos con Él: “… El hogar de Dios… está entre su pueblo. Él vivirá con ellos…”, Apocalipsis 21:3 (NTV). Qué emocionante será caminar, charlar, reír y cantar con Jesús. ¡La presencia misma de Dios será nuestra mayor bendición!
 
2)    En el cielo vivirán solo los hijos de Dios. Ningún creyente estará ausente en el cielo. Ahora bien, las personas que estarán en el cielo eterno son las mismas que estuvieron aquí en la tierra. No serán fantasmas, no flotarán en el espacio ni volarán de una nube a otra. Serán cuerpos resucitados glorificando a Dios. Job dijo: “Y después que mi cuerpo se haya descompuesto, ¡todavía en mi cuerpo veré a Dios!, Job 19:26 (NTV). Todo esto significa que habrá continuidad de esta vida a la siguiente. Seremos los mismos, pero sin pecado. El cuerpo resucitado de Jesús, el que fue al cielo, era el mismo que murió en la cruz. Jesús le dijo a sus discípulos: “Mírenme las manos y los pies. Tóquenme… y verán que soy yo…”, Lucas 24:39 (NT-BAD). Cuando Tomás dijo: “Señor mío y Dios mío” (Juan 20:28) sabía que le estaba hablando al mismo Jesús que había seguido. Cuando Juan dijo: “¡Es el Señor!” (Juan 21:7) todos los discípulos supieron que se refería al mismo Jesús que había estado con ellos. Seremos los mismos que fuimos aquí en la tierra aun con nuestros propios nombres: “… Los nuevos cielos y la nueva tierra… durarán para siempre… así también durará… tu nombre, Isaías 66:22 (PDT). Los nombres actuales están escritos en el “libro de la vida…”, Apocalipsis 21:27. Jesús llamó por sus nombres a las personas en el cielo, incluyendo a Lázaro (Lucas 16:20), Abraham, Isaac y Jacob (Mateo 8:11).
 
3)    En el cielo el creyente tiene una gran familia que lo espera. “… Dios hará que todos aquellos que murieron y… creían en Jesús resuciten para estar con él… Luego, nosotros… subiremos a reunirnos con los resucitados…”, 1ª Tesalonicenses 4:14-17 (PDT). ¿Sabías que podrás ver en el cielo a muchos de los personajes mencionados en la Biblia? Será emocionante escuchar las historias que Enoc, David, Ester y Samuel tienen para contar. ¿Y qué me dices del testimonio de Elías acerca de su arrebatamiento en una carroza de fuego? En particular quisiera que Moisés me contara de su ‘carpa del encuentro’ y que María me diga qué hacía Jesús cuando era niño. ¿No te gustaría que un ángel te describiera lo que sucedió el día en que Lucifer se rebeló contra Dios? Tendremos tiempo de sobra para escuchar esas historias y tiempo de sobra para disfrutar de la compañía de aquellos familiares y amigos que nos precedieron en el camino al cielo. ¿Te hubiera gustado pasar más tiempo con ellos? En el cielo tu sueño será cumplido.
 
4)    En el cielo tendremos nuestra propia casa. “En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas… Voy a prepararles un lugar”, Juan 14:2 (NVI). “Muchas viviendas” da la idea de que tendremos nuestro propio espacio privado aunque integrado a un lugar espacioso donde vivirán todos los redimidos. ¿Es posible que en nuestros hogares celestiales hospedemos a otras personas? Probablemente. Jesús dijo: “… Usen las… riquezas de este mundo para ganarse amigos… Para que… ellos los reciban en las moradas eternas…”, Lucas 16:9a (DHH) y 9b (LPD). ¿Quiénes son esos amigos que nos recibirán en sus propios hogares? Aquellos cuyas vidas hemos tocado con el evangelio aquí en la tierra. Recuerda que el cielo eterno (la nueva Jerusalén) será un lugar físico y no un sitio que flota en el universo: “…Voy a crear una nueva Jerusalén; será una ciudad feliz y en ella vivirá un pueblo alegre, Isaías 65:17-18 (TLA). En ese lugar físico vivirán personas resucitadas en viviendas que Jesús preparó para que permanezcan en comunión unas con otras. ¿La comunión incluirá comida? Por supuesto. Jesús dijo: “… Les concedo el derecho de comer y beber a mi mesa en mi reino…”, Lucas 22:29-30 (NTV). La cena más especial que tengas en la tierra no se comparará con la que tendrás en el cielo. ¡Comer con Jesús será comer con Dios! Jesús resucitado comió. Desayunó con sus discípulos comiendo pan y pescado con ellos, Juan 21:12. En el aposento alto Jesús se les apareció a los discípulos y les preguntó: “¿Tienen comida aquí? Le dieron un pedazo de pescado asado. Jesús tomó el pescado y lo comió…”, Lucas 24:41-43 (PDT). “… Nosotros… comimos y bebimos con él después de su resurrección, Hechos 10:41 (NVI). Queda claro entonces que si Jesús resucitado comió nosotros también lo haremos, ya que tendremos “… un cuerpo glorioso, igual al de él”, Filipenses 3:21 (NTV). Qué placentero será compartir la mesa con Jesús y con nuestros familiares que murieron en Cristo. Además de eso tengamos en cuenta que cuando sembramos para las misiones deberíamos pensar también en la cantidad de personas que nos recibirán en sus casas eternas y con quienes compartiremos largos ratos de comunión. Pero lo más emocionante será darle la bienvenida en nuestro propio hogar a Jesús. ¿Por qué no? Cuando estuvo en la tierra le gustaba ir a la casa de María, Marta y Lázaro. Además, Jesús les dijo a sus discípulos que no bebería más vino hasta el día en que beba con ellos en el reino de su Padre (Mateo 26:29). Sería lógico pensar que el cumplimiento de esta promesa tendrá lugar en los propios hogares de sus discípulos.
 
5)    En el cielo las personas están al tanto de lo que sucede aquí en la tierra. Si desde el cielo Abraham y Lázaro vieron al hombre rico en el infierno (Lucas 16:23-26), ¿por qué no podrían los santos ver la tierra? Cuando la ciudad del anticristo (Babilonia) cayó, los redimidos en el cielo supieron lo sucedido: “… Escuché… el ruido de mucha gente en el cielo que decía: “¡Alabado sea Dios!... Él castigó a la gran prostituta que corrompió al mundo…”, Apocalipsis 19:1-2 (PDT). Apocalipsis 6:9-11 explica que Juan vio mártires que oraban para que Dios hiciera justicia a sus perseguidores. Todo esto es una clara evidencia de que los santos en el cielo son conscientes de lo que sucede aquí en la tierra. ¿Te acuerdas cuando Saúl hizo traer a Samuel desde los muertos? Lo que Samuel dijo es una prueba de que no solo recordaba lo que había sucedido cuando estaba vivo sino que también sabía lo que había ocurrido en la tierra después de su muerte, 1º Samuel 28:16-19. Cuando Moisés y Elías aparecieron en el monte de la transfiguración parecían bien informados de lo que estaba sucediendo, Lucas 9:31. ¿Y qué me dices de la multitud de testigos en el cielo? “Por cuanto un número tan inmenso de hombres de fe nos contempla desde las graderías, despojémonos… de esos pecados que con tanta facilidad se nos enredan en los pies y nos hacen caer…”, Hebreos 12:1 (NT-BAD). El escritor dice que los ‘atletas’ espirituales del capítulo 11 están observándonos desde el gran estadio del cielo esperando que crucemos con éxito la línea de llegada en la carrera de la vida. Pero, ¿qué es lo que ellos ven? Que no todos están corriendo. Muchos abandonaron la carrera y otros decidieron tomar una siesta espiritual a la vera de la pista. Algunos corren pero lentamente, perdieron velocidad porque dejaron de mirar a la meta. ¿Qué pensarán Sifra y Fúa al vernos tan indiferentes frente a este movimiento abortista que se ha instalado en nuestro país? Me imagino la sorpresa de Juan el Bautista al vernos tan flojitos espiritualmente y tan tolerantes con los pecados y las injusticias de nuestros gobernantes. ¿Qué pensará Esteban al vernos tan rápidos para obedecer las ordenanzas y las leyes anti Dios que los hijos del diablo están imponiendo? ¿Qué pensarán aquellos profetas que dieron su vida cuando nosotros no estamos dispuestos a sacrificar nada por Cristo? “Es que no se nos permite hablar de Dios”. ¿Y esa es razón suficiente para que dejemos de predicar? ¿Obedeceremos al hombre u honraremos a Dios? ¿Necesitas una invitación por escrito para dar razón de la esperanza que hay en ti? Eso nunca sucederá. Los hijos del diablo nunca estarán de acuerdo con que promociones el reino de Dios. “Es que ya existen antecedentes de represalia. Tenemos un médico inhabilitado y casi en presión por negarse a matar a un niño en la panza de una madre”. ¿Inhabilitado y en juicio? Comparado con aquellos primeros creyentes que eran arrojados al foso de los leones o al circo romano es una tremenda bendición. Es hora de seguir el ejemplo de aquellos que hoy están en las gradas del gran estadio del cielo observándonos, pero que un día estuvieron dispuestos a sufrir antes que desobedecer el mandato de Jesús de predicar en todas las naciones. Es una vergüenza que mientras ellos velan nosotros dormimos.