Con los ojos puestos en la eternidad 18/08/19 (#1053)
Episode 55, Aug 19, 2019, 12:46 AM
Pastor José Luis Cinalli
18/8/2019
18/8/2019
Con los ojos puesto en la eternidad
“Cristo en ustedes es la esperanza de gloria”, Colosenses 1:27 (NBLH).
¡Existe esperanza y existe futuro! ¡Pero no para todos! Solo para los que vivan unidos a Cristo. La mayor esperanza que tenemos es salvar nuestra vida del infierno y vivir con Dios por toda la eternidad. La muerte no acaba con el ser humano sino que lo catapulta a un lugar de paz absoluta o a un lugar de tormento absoluto, Lucas 16:23-31. La herejía más peligrosa, diseminada en algunos círculos cristianos, es creer que después de la muerte no hay nada. Sin embargo, según la Biblia existe vida eterna para los creyentes y eterno castigo para los incrédulos: “Los pecadores… tiemblan de temor; el terror se apodera de los que no tienen a Dios… Ellos dicen: “¿Quién de nosotros puede vivir eternamente en fuego consumidor? ¿Quién de nosotros puede vivir eternamente en una hoguera?”, Isaías 33:14a (NTV) y 14b (PDT). En el infierno “el fuego nunca se apaga”, Marcos 9:48. “El castigo… durará para siempre…”, 2ª Tesalonicenses 1:9 (PDT). “Serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”, Apocalipsis 20:10 (NT-BAD). “…Se les atormentará con fuego y azufre ardiendo… El humo de su tormento se elevará eternamente…”, Apocalipsis 14:10-11 (NT-BAD). ¡Cuidado con la obstinada actitud de rechazar a Cristo y su Palabra! El juicio para tales personas es tan eterno como Dios mismo. Existen tres clases de muerte:
1) La muerte física. “…Nadie puede escapar del poder de la tumba”, Salmo 89:48 (NTV). Solo Enoc y Elías no experimentaron la muerte aunque algunos teólogos dicen que probablemente morirán bajo el poder del anticristo durante la gran tribulación, Apocalipsis 11. Los que tampoco experimentarán la muerte serán los creyentes que estén con vida en el momento del arrebatamiento de la iglesia, 1ª Tesalonicenses 4:15-17. El caso de Moisés es diferente. El murió solo que Dios lo enterró en un lugar donde su cuerpo no puede ser hallado para nadie caiga en la tentación de venerarlo, Deuteronomio 34:6. Y ¿por qué tenemos que morir físicamente? Porque pecamos. Estamos condenados a muerte porque somos pecadores. La muerte física es el fruto del pecado, es su paga, su salario, su justa retribución: “Pues la paga que deja el pecado es la muerte…”, Romanos 6:23 (NTV). La muerte y el pecado son inseparables: “El pecado… conduce a la muerte”, Santiago 1:15 (PDT). Dios nunca pensó en la muerte. Nunca quiso que muramos por eso “sembró eternidad en el corazón humano”, Eclesiastés 3:11 (NTV). Ahora bien, los que mueren en Cristo van directamente a la presencia de Dios. Pablo afirmó: “…Si muero, iré a reunirme con Jesucristo…”, Filipenses 1:22-23 (TLA). En cambio los que mueren sin Cristo van derechito al infierno: “… Irán al castigo eterno…”, Mateo 25:46 (NTV). ¿Te das cuenta? Existe esperanza y existe futuro pero solo para los que se arrepienten y aceptan a Cristo Jesús. La muerte física es para el creyente como un túnel oscuro entre dos vidas, mientras que para el incrédulo, es un túnel entre dos muertes. Ha estado muerto espiritualmente aquí en la tierra y después de su muerte física seguirá muerto eternamente, es decir separado de Dios para siempre. ¡Qué poder tiene el pecado! No solo ofende a Dios sino que nos perjudica. Al pecar nos hacemos daño a nosotros mismos: “El que me rechaza, se hace daño a sí mismo…”, Proverbios 8:36 (PDT). “El que obedece la ley de Dios se protege a sí mismo; el que la desprecia morirá”, Proverbios 19:16 (PDT). “Su maldad les ha privado de… maravillosas bendiciones; su pecado les ha robado… cosas buenas”, Jeremías 5:25 (NTV).
2) La muerte espiritual. La muerte corporal consiste en la separación del cuerpo con el alma, y la espiritual consiste en la separación del alma con Dios: “Son sus pecados los que los han separado de Dios. A causa de esos pecados, él se alejó y ya no los escuchará”, Isaías 59:2 (NTV). El día en que Adán y Eva comieron del fruto prohibido murieron espiritualmente: “Con el pecado llegó también la muerte…”, Romanos 5:12 (PDT). Morimos físicamente por causa del pecado y morimos espiritualmente también a causa del pecado. ¿Lo ves? El pecado es el peor negocio de la vida.
3) La muerte eterna. La muerte eterna es la separación de Dios pero después de haber partido de esta tierra. Y es solo para los que no creen: “Morirán en sus pecados; porque, a menos que crean que YO SOY quien afirmo ser, morirán en sus pecados”, Juan 8:24 (NTV). Los que mueren en sus pecados rechazando el perdón de Dios vivirán separados de Él para siempre: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna. En cambio el que lo rechaza, nunca tendrá esa vida, y Dios estará enojado con él para siempre”, Juan 3:36 (PDT). Al morir el cuerpo se separa del alma. El cuerpo se queda en la tumba; en cambio, la parte interna, espiritual e invisible se va al cielo si es que en vida la persona supo reconocer a Cristo y vivió unido a Él mediante una fe viva, personal y auténtica: “¡Un día moriremos e iremos a morar con el Señor…!”, 2ª Corintios 5:8 (NT-BAD). De lo contrario se va derechito al infierno (Mateo 25:41-46) y se queda allí, en tormentos, hasta el día en que resucite y comparezca en el juicio del gran trono blanco: “El Señor… mantiene castigados a los perversos hasta el día del juicio final”, 2ª Pedro 2:9 (NTV). En ese momento se le comunicará que está condenado a pasar la eternidad en otro infierno: el lago de fuego. ¿Qué es lo que determina dónde pasaremos la eternidad? Nuestra aceptación de Cristo aquí en la tierra. Después de la muerte no hay posibilidad de escoger ir al cielo. El acceso al perdón de Dios está abierto hasta que el villano de la muerte toque a nuestra puerta. Después de muertos los incrédulos no podrán arrepentirse para entrar en el cielo ni los justos pecarán para ir al infierno. Todo el mundo permanecerá en el lugar donde ha decidido ir mientras estuvo en esta vida.
¿Hacemos bien en temerle a la muerte? Depende. Si estás en paz con Dios la respuesta es “no”. Dios dijo: “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos”, Salmo 116:15. “Bienaventurados los muertos… que mueren en el Señor”, Apocalipsis 14:13 (LBLA). Pablo dijo que partir y estar con Cristo es muchísimo mejor que quedarse en esta vida, Filipenses 1:23. No pienses en la muerte como algo que viene a destruir sino en Cristo que viene a salvar. La muerte no es un final sino el comienzo de una vida abundante. No pienses en lo que vas a perder sino en lo mucho que vas a ganar. No pienses en una partida sino en un encuentro. No te abrumes por la separación de tus hermanos porque los volverás a ver ya que los que viven en el Señor nunca se ven por última vez. Y cuando la voz de la muerte te susurre al oído: “tienes que dejar esta vida”, oye la voz de Cristo que te dice: “¡bienvenido a casa!”. Ahora bien, es cierto que la muerte física lleva a los cristianos a una época de gozo sin igual pero también es cierto que conduce a los incrédulos a una época de terror sin igual. Deberían temblar de espanto quienes continúan “sin Cristo… sin esperanza y sin Dios en el mundo”, Efesios 2:12. La muerte los llevará a la más densa oscuridad. Y para siempre. “¡Prepárate para encontrarte con tu Dios en el juicio!”, Amós 4:12 (NTV).
¿Cómo quisieras que te sorprendiera la muerte? Todos moriremos pero nadie sabe cuándo, dónde y cómo. Nos acostamos y no sabemos si nos levantamos. Despertamos, viejo o joven, y no sabemos si terminaremos el día. ¿Estás en paz con Dios? ¿Está tu conciencia tranquila? ¿Estás en el lugar que Dios quiere que estés haciendo lo que Dios quiere que hagas? ¿Lo que estás haciendo le lleva gloria a Dios? Leí acerca de un teólogo que murió en la habitación de un hotel alojamiento junto a una mujer que no era su esposa. Si vivimos en comunión con Cristo y en santidad, predicando su Palabra, sin odio en el corazón y sin poner tropiezo a la iglesia del Señor la muerte nunca será una sorpresa desagradable. Una vez le preguntaron a Juan Wesley que haría si supiera que iba a morir aquella misma noche. Contestó: “Tomaría mi cena, predicaría a la luz de la candela, diría mis oraciones y me iría a la cama”.
En el cementerio existe verdadera igualdad. Ricos y pobres caben por igual en dos metros cuadrados. Es cierto, algunos tendrán un hermoso mausoleo y rodearán su cuerpo con alhajas, condecoraciones y logros obtenidos en esta vida, pero a la eternidad ¿qué llevarán? Pablo dijo: “Después de todo, no trajimos nada cuando vinimos a este mundo ni tampoco podremos llevarnos nada cuando lo dejemos”, 1ª Timoteo 6:7 (NTV). ¿Existe peor negocio que haber gastado la vida en cosas que se quedan y perecen? ¿Qué debemos hacer entonces? Tesoros en el cielo, Mateo 6:20. Trabaja por cosas que a vida eterna permanece: “No se preocupen tanto por las cosas que se echan a perder… Pongan su energía en buscar la vida eterna…”, Juan 6:27 (NTV). Las únicas cosas que podremos llevarnos al cielo serán las buenas obras que hayamos hecho para la gloria de Dios: “¡Los que mueren por la fe de Cristo obtendrán su recompensa!... de ahora en adelante… verán en el cielo los frutos de sus buenas obras”, Apocalipsis 14:13 (NT-BAD). ¿No crees que es hora de asegurar nuestro destino eterno? Este asunto es demasiado serio como para dilatarlo en el tiempo: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”, 2ª Corintios 6:2. Cuando cruces el umbral de la muerte, ¿habrá gozo o desesperación? De ti depende.