Qué curioso es el ser humano: nacer no pide, vivir no sabe, morir no quiere 14/04/19 (#1035)
Pastor José Luis Cinalli - 14/04/19
Qué curioso es el ser humano: nacer no pide, vivir no sabe, morir no quiere
“Un hombre rico tenía una finca... llegó un día en el que ya no tuvo lugar donde almacenar más frutos... Por fin... se dijo: “...derribaré mis viejos graneros y construiré otros más grandes donde pueda guardar todos mis... bienes. Después podré decirme a mí mismo: “Alma mía, ahora que tienes bienes suficientes para muchos años, dedícate a descansar... y a pasártelo bien”. Pero Dios le dijo: “¡Eres un necio!... esta... noche van a pedir tu alma, ¿y quién disfrutará... de todo el dinero que has acumulado?”... Es un necio el hombre que atesora riquezas aquí en la tierra, pero no las atesora en el cielo”, Lucas 12:16-21 (CST).
¿Cuál era el pecado de este hombre rico? ¿Su dinero? ¿Su prosperidad? De ninguna manera. Jesús nunca condenó el progreso económico a menos que éste nos aleje de Dios: “Ni la alegría ni la tristeza ni la prosperidad económica deben impedirnos realizar la obra de Dios”, 1ª Corintios 7:30 (NT-BAD). No existe ninguna virtud en la pobreza, ni Dios quiere que vivamos resignados en la mediocridad o la miseria. El pecado de este hombre era su egoísmo. ¡Era agresivamente egoísta! No pensaba en nadie más que en él mismo. La parábola está repleta de pronombres posesivos: “yo”, “me”, “mí”, “mío”. Jamás pensó en compartir sus bendiciones porque, al igual que muchos hoy en día, creía que el amontonar cosas terrenales le traería felicidad. Sin embargo, uno disfruta verdaderamente de algo cuando lo comparte y esto incluye la fe, el amor, los talentos y el dinero. Jesús dijo: “... Hay más bendición en dar que en recibir”, Hechos 20:35 (NTV). Y sin importar cuánto sea lo que das, Dios nunca permitirá que le des más de lo que Él te da a ti.
El segundo gran pecado de este hombre fue poner su mirada solo en las cosas terrenales. Con frecuencia las preocupaciones por las cosas temporales nos hacen descuidar las que son eternas. Este hombre no había hecho ni una sola inversión en el cielo. Todo su capital estaba en la tierra. Un pastor conversaba con un joven lleno de sueños de grandezas y que solo hablaba de sí mismo. “¿Y qué harás después de lograr tu título?”, le preguntó. “Pondré un negocio”, dijo el joven. “¿Y luego?”. “Haré una fortuna”. “¿Y luego?”. “Supongo que me haré viejo”. “¿Y luego?”. “Bueno me imagino que algún día tendré que morir”. “¿Y luego?”. ¡Aterrador final! El que no quiera pensar que hay otra vida después de la muerte se enfrentará a la trágica consecuencia de sufrir en el infierno junto a Satanás y sus demonios. Cuidado porque “El que almacena riquezas terrenales pero no es rico en su relación con Dios es un necio”, Lucas 12:21 (NTV).
El joven de la parábola nunca se preparó para enfrentar la eternidad. Mientras vivió en la tierra su única preocupación era hacer dinero. Esas personas existen hoy en día. Dios no tiene ningún lugar importante en sus vidas. Dios solo se ocupa de nosotros si nosotros nos ocupamos de Él: “El SEÑOR estará con ustedes, siempre y cuando ustedes estén con él. Si lo buscan, él dejará que ustedes lo hallen; pero si lo abandonan, él los abandonará”, 2º Crónicas 15:2 (NVI). Jesús dijo: “... Recuerda que tu Padre celestial sabe lo que necesitas, y te lo proporcionará si le das el primer lugar en tu vida”, Mateo 6:32-33 (NT BAD). “No acumules tesoros en la tierra... ¡Acumula tesoros en el cielo, donde las cosas no pierden valor y donde no hay polilla ni orín ni ladrón que puedan corromper, oxidar o robar!”, Mateo 6:19-20 (NT BAD). Pablo expresó: “Preocúpense por las cosas de arriba, no por las de la tierra”, Colosenses 3:2 (BLA). “...Concéntrense en las cosas celestiales y no en las terrenales”, Colosenses 3:2 (PDT). “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”, 2ª Corintios 4:18. El apóstol Juan remarcó: “No amen este mundo ni las cosas que les ofrece porque, cuando aman al mundo, no tienen el amor del Padre...”, 1ª Juan 2:15 (NTV).
El joven de la parábola se creía muy listo y aprendió, aunque muy tarde, que la muerte nos separa de nuestros tesoros terrenales: “Cuando se mueran no van a llevarse nada... sus riquezas no los seguirán a la tumba”, Salmo 49:17 (TLA y NTV). “Todos llegamos al final de nuestra vida... desnudos y con las manos vacías. No podemos llevarnos las riquezas al morir”, Eclesiastés 5:15 (NTV). “La gente trabaja duro para conseguir cosas, pero cuando muere no puede llevarse nada”, Eclesiastés 5:15 (PDT). “Nada he traído a este mundo, y nada me voy a llevar...”, Job 1:21 (TLA). “Desnudo vine a este mundo, y desnudo saldré de él...”, Job 1:21 (DHH). “Cuando llegamos al mundo, no traíamos nada y cuando morimos no nos podemos llevar nada”, 1ª Timoteo 6:7 (PDT). Salomón dijo: “...Después de tantos trabajos, esfuerzos y preocupaciones, ¿qué nos llevamos de este mundo? ¡Nada!”, Eclesiastés 2:22 (TLA). Lo peor de todo no es perder aquello que logramos con tanto esfuerzo sino perder el alma en el infierno: “¿De qué le servirá a un hombre ganar todas las riquezas del mundo, si pierde su alma? ¿Acaso hay algo de más valor que el alma?”, Marcos 8:36-37 (CST). Por eso Jesús nos advierte: “No se preocupen tanto por las cosas que se echan a perder... Pongan su energía en buscar la vida eterna...”, Juan 6:27 (NTV).
Se nos ha concedido este tiempo para prepararnos para la eternidad. Después de la muerte no tendremos una segunda oportunidad. Existe un día específico en nuestro calendario en el que dejaremos este mundo y entraremos en el lugar donde viviremos para siempre: cielo o infierno. Y esa decisión no la toma ni Dios ni el diablo. Somos nosotros, aquí en la tierra, quienes decidimos dónde pasaremos la eternidad. Por tal motivo aprovechemos el tiempo sabiamente y comencemos hoy mismo a prepararnos para ese día: “El momento preciso es ahora. Hoy es el día de salvación”, 2ª Corintios 6:2 (NTV). “...Adviértanse unos a otros todos los días mientras dure ese “hoy”, para que ninguno sea engañado... y se endurezca contra Dios”, Hebreos 3:13 (NTV). Dado que estamos a solo un aliento de la eternidad debemos resolver este tema antes de ocupar nuestra vida presente en chucherías y tonterías. ¿Cómo podemos ocuparnos solo de nuestro cuerpo cuando nuestra alma se hunde en el infierno? Es como pintar la puerta de la casa durante un incendio. Si un demonio tuviera mil mundos a su disposición, los daría gustosamente para lograr evitar el castigo eterno que le aguarda. ¿Alguien cree que quienes están en el infierno consideran sabios a quienes holgazanean con su tiempo aquí en la tierra? El paraíso no está demasiado lleno para admitirte si quieres ir allí. Digan lo que digan, si te pierdes el cielo, el Señor será inocente de tu sangre. ¡Tú mismo habrás labrado tu propia condenación!
Vivimos ocupándonos de las cosas pasajeras y de todos los días, pero no tenemos el mismo cuidado con las cosas eternas y la salvación de nuestra alma. A aquellas personas que dicen tener toda una vida por delante para pensar en las cosas eternas Santiago tiene algo para decirles: “¿Cómo pueden hablar así, cuando ni siquiera saben lo que les va a suceder mañana?...”, Santiago 4:14a (TLA). Supongamos que de verdad nos quedaran varios años. ¿Qué sería eso comparado con la eternidad? Piénsalo de esta manera: una década, es decir diez años, son solo 120 meses. Esa es la razón por la que podemos recordar acontecimientos cuando éramos niños, no tanto porque tenemos buena memoria sino porque en realidad no pasó mucho. Entonces el tiempo es corto y pasa rápido: “La vida... es como la neblina del amanecer: aparece un rato y luego se esfuma”, Santiago 4:14b (NTV). Job dijo: “La vida se me escapa con la velocidad del rayo...”, Job 7:6 (TLA). “¡Qué frágil es el ser humano! ¡Qué breve es la vida...! Brotamos como una flor y después nos marchitamos; desaparecemos como una sombra pasajera”, Job 14:1-2 (NTV).
Probablemente te lamentes por haber desperdiciado algunos años de tu vida. A pesar del mal uso que hiciste del tiempo en el pasado puedes mejorarlo en el presente. Haz como Pablo, olvida el pasado y concéntrate en el futuro, Filipenses 3:13. La única persona que puede condenarte a las llamas del infierno eres tú mismo. No atraigas voluntariamente la eterna condenación. ¡No te suicides espiritualmente! Imagínate al infierno como un gran cementerio y el epitafio en cada tumba que dice: “aquí yace uno que se suicidó”, pero no física sino espiritualmente. Vieron el infierno delante y se tiraron de cabeza a él, haciendo caso omiso de las invitaciones de Cristo por medio de su Espíritu y de los ministros del evangelio: “Al final de tu vida, estarás triste... ¡Si tan sólo no hubiera despreciado todas las advertencias! ¿Por qué no escuché a mis maestros? ¿Por qué no presté atención a mis instructores?... Ahora sufro... la ruina total”, Proverbios 5:11-14 (PDT y NTV). No seas cruel contigo mismo al dejar morir tu alma en el infierno rechazando a Cristo, el único camino al cielo, autor de la vida y la resurrección.