No vale la pena aferrarse a lo que nos hace daño 31/03/19 (#1033)
Pastor José Luis Cinalli - 31/03/19
No vale la pena aferrarse a lo que nos hace daño
“Potifar… nombró a José su asistente personal… La esposa de Potifar pronto comenzó a mirarlo con deseos sexuales. —Ven y acuéstate conmigo —le ordenó ella. Pero José se negó: —Mire —le contestó—, mi amo confía en mí… no me ha negado nada, con excepción de usted, porque es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer semejante maldad? Sería un gran pecado contra Dios… Y por más que ella lo acosaba día tras día… José se mantuvo firme en su rechazo”, Génesis 39:4-9 (NTV) y 10 (NVI).
Existen varias razones por las que José podría haber rechazado la atractiva oferta de la esposa de Potifar. José sabía que caer en los brazos de una mujer casada arruinaría el futuro glorioso que Dios le había prometido en sueños. Además, podría sufrir graves consecuencias físicas. No te olvides que José era esclavo y su amo podía hacer con él lo que quisiera. Finalmente, podría haberse negado a pecar por temor a perder el cielo. Según la Biblia el infierno es el destino final de quienes se entregan a la inmoralidad: “A los que tengan relaciones sexuales prohibidas… los lanzaré al lago donde el azufre arde en llamas; y allí se quedarán, separados de mí para siempre”, Apocalipsis 21:8 (TLA). Refiriéndose a la nueva Jerusalén, la Biblia dice: “No entrará en ella ningún inmoral…”, Apocalipsis 21:27 (NT-BAD). “Fuera de la ciudad se quedarán…los inmorales…”, Apocalipsis 22:15 (NT-BAD). “Recuerden… a Sodoma y Gomorra… Dios las condenó al fuego eterno porque cometieron inmoralidades y perversiones sexuales...”, Judas 1:7 (PDT). “Es seguro que el que cometa pecados sexuales no tendrá parte en el reino de Dios…”, Efesios 5:5 (PDT). “…Dios castigará duramente… a los que practiquen inmoralidades sexuales”, Hebreos 13:4 (PDT). “Que nadie cometa inmoralidades sexuales… por estas cosas viene el terrible castigo de Dios…”, Colosenses 3:5-6 (DHH). “Aléjense de todo pecado sexual… porque el Señor toma venganza de todos esos pecados…”, 1ª Tesalonicenses 4:3-6 (NTV). “Él trata con particular severidad a los que se entregan a sus propios deseos sexuales pervertidos…”, 2ª Pedro 2:10 (NTV). “…Los que llevan vidas inmorales… no tendrán parte en el reino de Dios”, 1ª Corintios 6:9 (NT-BAD). “Manifiestas son las obras de la carne…: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia… orgías y cosas semejantes… los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”, Gálatas 5:19-21. Bien lo dijo Carlos Spurgeon: “El pecado y el infierno están casados a menos que el arrepentimiento declare el divorcio”.
Ahora bien, José nunca dijo nada acerca de la posibilidad de perder el trabajo, el ministerio o la herencia espiritual. No le dijo a la mujer: “si nos acostamos te estaría haciendo daño” o “estaría faltándole el respeto a tu esposo”, ni siquiera pensó en el perjuicio que se hacía a sí mismo. La verdadera razón por la que José se negó a pecar era Dios: “Sería un gran pecado contra Dios”, Génesis 39:9 (NTV). En otras palabras: “¿cómo podría yo hacerle tal cosa a mi Señor?”. José sabía que el pecado entristece a Dios. La razón por la que el diablo nos espolea a la desobediencia es partirle el corazón a Dios. Refiriéndose al pueblo de Israel la Biblia dice: “…Le dieron a Dios mucha tristeza”, Salmo 78:40 (PDT). “Se rebelaron… y entristecieron a su Santo Espíritu…”, Isaías 63:10 (NTV). “Cuando Dios vio tanta maldad en ellos, se puso muy triste...”, Génesis 6:5-6 (TLA). Dios se entristece cuando sus hijos pecan y se alegra cuando son santos. Sigamos el ejemplo de José y vivamos lejos del pecado, no por temor a las consecuencias sino por amor a Dios.
Si la esposa de Potifar le hubiera propuesto adulterar los libros de contabilidad a cambio de una abultada suma de dinero, ¿qué hubiera hecho José? Lo mismo que hizo cuando la mujer se le ofreció sexualmente. Diría “no” para no entristecer a Dios. El pecado ofende al Señor, lo entristece, lo apaga y lo aleja. La próxima vez que te sientas tentado a pecar reflexiona en el dolor que le ocasionarías a Dios. Piénsalo de esta manera. ¡Cuando pecamos le damos una gran alegría al diablo! ¿Es eso lo que quieres? Más aún, no te olvides que esa felicidad que le das al diablo es retribuida siempre con mucho sufrimiento. No pienses ni por un solo instante que el infierno te premiará por el gran favor que le estás haciendo de pecar. Ahora bien, si las bendiciones vienen siempre del cielo, ¿por qué tratamos con tanto desprecio al Señor? ¿Por qué le damos tantas tristezas? ¡No hay peor pecado que provocarle lágrimas a quien nos ha regalado sus mejores sonrisas!
David se identificaba con Dios entristeciéndose por el pecado: “He llorado un mar de lágrimasporque la gente no sigue tus enseñanzas”, Salmo 119:136 (PDT). David odiaba lo que Dios odiaba y se amargaba por lo que entristecía a Dios: “Yo odio a la gente que te odia… Los odio con todas mis fuerzas; tus enemigos son también mis enemigos”, Salmo 139:21-22 (PDT). Pablo dijo: “Tengo miedo de que cuando vaya de nuevo… quede entristecido porque… no se han arrepentido… de su inmoralidad sexual…”, 2ª Corintios 12:21 (NTV). José, David y Pablo compartieron la misma tristeza de Dios por el pecado. Y Dios espera lo mismo de nosotros. En Ezequiel 9 Dios manda a marcar a los que lloraban y se lamentaban por el pecado de Israel, para protegerlos: “Recorre la ciudad… y pon una señal en la frente de los que sientan tristeza y pesar por todas las cosas detestables que se hacen en ella”, Ezequiel 9:4 (DHH). Los que no se lamentaron ni lloraron por las abominaciones cometidas fueron los primeros en morir. ¿Y quiénes eran? ¡Los líderes! “…Oí al SEÑOR decir... maten a todos los que no tengan la marca…Entonces ellos comenzaron matando a los setenta líderes”, Ezequiel 9:5-6 (NTV). Ninguno de los ministros había derramado una mísera lágrima por el pecado y la desobediencia del pueblo. ¿Y nosotros? ¿Cuánto hace que no lloramos por los pecados de la nación? ¿Y por los propios? Tenemos una sociedad cada vez más alejada de Dios promovida por un liderazgo político blando que patrocina el pecado e insiste en abrirle las puertas de la nación al infierno mediante la promulgación de leyes anti Dios. Tenemos también una iglesia que se parece cada vez más al mundo y a un Dios cada vez más entristecido. Los creyentes nos hemos vuelto amigos del mundo. ¡Muy buenos amigos! Eso sí, no queremos perder a Dios. Queremos ser como las naciones de la tierra, sin perdernos la bendición del cielo. ¡Sencillamente imposible!
La iglesia en general está cada vez menos consagrada, fundamentalmente porque sus líderes son flojos en la lucha contra el pecado. La transigencia con el mal es un cáncer que mata la vida espiritual y aleja a Dios. ¿Cuántos siervos del Señor hoy en día lloran por el pecado de su congregación? Son como Elí, complacientes y tolerantes con el pecado de sus líderes. Se han vueltos perezosos en las cosas espirituales y dormitan cómodos en sus bancas ministeriales. Perdieron la frescura de Dios. Actúan como profesionales y están muertos en el ritualismo y la liturgia. Son cada vez menos los ministros que ven con malos ojos la codicia, el materialismo, la avaricia, el orgullo y la inmoralidad. Cuidado, porque llegará el día del juicio para todos aquellos líderes que sabiendo del pecado en sus púlpitos no hicieron nada al respecto.
El Señor dijo: “Vístanse de luto sacerdotes, lloren amargamente… Vengan… y pasen la noche en luto… Organicen un día de ayuno. Convoquen a una reunión… en el templo… y hagan oración al Señor”, Joel 1:13-14 (PDT). Pablo expresó: “Acérquense a Dios… purifiquen su corazón… Derramen lágrimas por lo que han hecho. Que haya lamento y profundo dolor. Que haya llanto…”, Santiago 4:8-9 (NTV). ¿No deberíamos los ministros del Señor estar dolidos por la condición pecaminosa de la iglesia? Los pastores ya no tienen un mensaje penetrante de reprobación hacia el pecado. Han abandonado el lugar secreto y predican la Palabra disculpándose por algunos pasajes para no entrar en conflicto con los hijos de Belial. Han cerrado sus ojos a la moralidad bíblica y ya no enseñan santidad. ¿Qué dirán cuando en el día del juicio el Señor les pregunte por qué no mostraron a la gente la diferencia entre lo santo y lo profano? Pablo fue categórico: “No me eché para atrás a la hora de declarar todo lo que Dios quiere que ustedes sepan”, Hechos 20:27 (NTV). Les pregunto a los líderes y pastores, ¿dan todo el consejo bíblico u ocultan parte de la verdad por temor a ofender? Cuidado, porque al igual que Eli, el liderazgo transigente no gozará más de la presencia de Dios.
¡Predicadores! Salgamos de la zona de comodidad. Hagamos sonar la trompeta de la santidad y que nuestros púlpitos truenen sagradamente contra la corrupción. Es nuestro deber advertirle a la gente acerca del gran juicio que se avecina para quienes insisten en vivir desobedeciendo a Dios. Llevemos al pueblo a un encuentro con Dios y cuando Él nos visite con convicción de pecado no lo apaguemos echándole el agua fría del ritualismo y la religiosidad. ¿Nos afligiremos como Pablo lo hacía por la inmoralidad en la iglesia de Corinto? ¿Lloraremos a la puertas de nuestra ciudad como lo hizo Jesús por Jerusalén, Lucas 19:41-44? Tengamos un sincero deseo de agradar a Jesucristo y una profunda tristeza cuando hemos hecho algo para entristecerlo. Dejemos que nuestro corazón se desgarre por las mismas cosas que desgarran el corazón de Dios.